Día 37

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Dia 37

16 de Agosto del 2013.

-No entiendo porque tenemos que hacer esto, Edmund-Luna gimió dejando caer su cabeza sobre su brazo.

Las clases por fin habían comenzado, Luna al levantarse no había podido controlar la sonrisa que se extendía por su rostro, era emocionante saber que todo estaba comenzado de una manera de la que nunca esperó que sucedería. Su corazón comenzaba a latir desesperadamente con solo pensar en cómo la pasaría en las clases, se preguntaba si Edmund sería el mismo con ella como lo había sido antes de empezar las clases, se preguntaba si tendría miedo de aprender de él, se preguntaba hasta qué punto podría aprender de él, y hasta qué punto ambos llegarían a conocerse. Y pensar eso, le hacía sentir electricidad. Una electricidad corriendo por sus venas, moviéndose entre sus nervios, y sintiendo que toda su oscuridad tenía una luz llamada infinidad.

Ambos se encontraban sentados en la barra de la cocina. Edmund se encontraba delante de ella, observando los libros de química que tenía delante, pensando en cómo explicarle todo de una manera adecuada, y orando por el que ella decidiera continuar con el trabajo. Aunque muy bien sabía que ella no continuaría si tendría que seguir escribiendo en puntos.

-Lu, debemos continuar con esto-el sonrió con ternura, mientras observaba como ella mantenía los parpados cerrados y presionaba sus labios rosados en una fina línea.

-Pero no lo deseo, esto es cansado-replicó ella haciendo un adorable puchero haciendo que sus cabellos negros le cubrieran la cara por completo-. Y quiero helado.

-Luna, llevamos sólo una hora aquí sentados, no es para tanto-Edmund rodó los ojos riendo.

-Y eso, en la oscuridad, en el tiempo y en el espacio, es una eternidad, Ed. Pienso que deberíamos tomarnos unas vacaciones de dos semanas más.

Edmund sonrió, y negó con la cabeza aun sabiendo que no podía verlo. Tomó un sorbo de su bebida que tenía al lado, y la observó un rato, antes de que su silencio se volviera en susurros para tratar de convencerla de continuar, y en suplicas adorables en favor a no continuar nunca más.

-Hablo en serio, Lu, tenemos que continuar.

-Yo también hablo en serio cuando digo que no quiero hacerlo-la muchacha se cruzó de brazos, y después sonrió-. Si paramos ahora te prometo quitarme mis gafas por el resto del día.

Eso era totalmente injusto. Ella misma sabìa que a él no le gustaba cuando portaba sus gafas, ella comenzaba a saber cuánto le gustaba, a él observar sus ojos azules y perderse en ellos, era un trato injusto e incluso cruel para Edmund, estaba debatiéndose entre sus deseos y su deber con ella.

-Lu...

- ¿Por tres días? ¿Eso cuenta? Por favor, por favor, por favor-rogò ella juntando sus manos y ocultándose tras ellas.

-Dime por què quieres parar, Luna, es importante.

-Edmund...

-Luna...

-...

-...

-...

-¡Ugh! Tu ganas-gimió la pelinegra-. Odio escribir en puntos, lo odio tanto que daría lo que fuera por que esas cosas no existieran.

Edmund cerró con fuerza los ojos.

No era mentira. Ella odiaba escribir y leer en puntos con todas sus fuerzas, ella sabía que al tocarlos los entendería, pero eran su cruel recordatorio de saber que jamás podría ver las letras, eran el artículo de una burla que se le hacía eterna, y esos puntos al tocarlos sólo sabría sentirlos, un sentir tan frío y sin emoción, sólo supondría su figura y nunca entendería qué era una forma redonda, aunque supiera que lo que tocaba era redondo. Ella sabía que era caer más al vacío, ella sabía que aquellos puntos eran su cuerda rota.

365 Días bajo lluvia[editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora