Día 2

622 27 4
                                    

Día 2

12 de Julio del 2013

Edmund despertó gracias a un doloroso grito. Estaba sudando, no sabía exactamente porque, seguramente una pesadilla. Hecho las sabanas a un lado y trato de tranquilizarse, su corazón estaba en una carrera de mil por minuto.

Esa noche había soñado con una niña. La niña con la que nunca logro presentarse y jamás supo de ella. Edmund había estado soñando varias veces con ella, no sabía cómo aquello era posible, tampoco como era que no la había olvidado, aunque tampoco emprendió una búsqueda para descubrir quién era <<su>> chica secreta. Había soñado tantas con ellas y en cada uno de sus sueños se la imaginaba diferente, claro nunca faltaba la larga melena negra. La imaginaba con los ojos verdes, grises, azules, cafés, incluso hasta morados. La imaginaba con pecas o sin pecas, con la piel pálida o morena, o simplemente la imaginaba realmente hermosa, como las princesas de los cuentos que en algún momento su madre adoptiva le leyó y el, como era de esperar, era el príncipe que la rescataba de las garras de la bruja. Realmente le frustraba no saber cómo era aquella que conoció hace diez años atrás.

Camino hacia la puerta de su habitación tras calzarse las pantuflas grises. Abrió la puerta y bajo corriendo las escaleras, para buscar a su querida abuela. La encontró senada en el sofá, gimiendo. Era cosa que se daba siempre, simplemente era el dolor de huesos insoportable, ese dolor que ni siquiera le permitía abrazar a su nieto. Se trataba de la simpática abuela Genevive Monroe. Madre de la madre adoptiva de Edmund.

-¿Qué ocurre abue? -pregunto el chico observando alrededor alarmado.

-Oh, mi querido Edmund-dijo un una extremada dramatización-. No encuentro el estúpido control remoto, y trate de moverme, pero comenzó a doler la estúpida pierna izquierda.

Edmund soltó una carcajada. Como amaba a su abuela. No solo porque era lo único que le quedaba, sino porque con ella se había criado, ella lo había regañado un millar de veces cada vez que comía en el sofá o veía televisión en vez de hacer tarea, o también porque se pasaba las horas en el parque.

-Tranquila Genevive, no creo que necesites decirle a todo mundo estúpido-aclaro Edmund con una sonrisa en el rostro.

Genevive sonrió de oreja a oreja cuando Edmund le pasó el control remoto. Que naturalmente descansaba en el piso.

-Sí que era necesario-replico la anciana haciendo reír aún más a su nieto-. Si supieras el infierno que es no ver la tele.

-Ya lo creo.

Edmund beso la frente de su abuela y se dirigió a la cocina.

Esta mañana había amanecido con un poco de felicidad, y creía que necesitaba hacer algo para demostrarlo. Saco un bowl y sirvió la avena que había preparado para su abuela. El simplemente se sirvió un plato de cereal y un café exprés. Le paso el desayuno a su abuela y él se sentó tranquilamente en la barra tomando su café y leyendo el periódico.

Aunque sabía que estaba leyendo no podía dejar de pensar en el sueño de anoche. Esta vez no vio a la niña de lejos, esta vez la vio de cerca y podía ver como sus pecas se acumulaban en su nariz de una forma irónica y realmente aniñada, y el admitía que le encantaba eso. También había visto sus ojos. Eran de un azul realmente claro, un azul que jamás había visto en su vida, y cada vez que los miraba se hundía en un profundo mar azul que no tenía fin. Suspiró enfadado. Era una lástima que solo fuera un sueño, tenía unas ganas de matarse por su error hace años. Aún no comprendía como era que se había traumado con eso, tampoco como era que le tenía cariño cuando nunca la conoció realmente. Soltó otro suspiro, pero esta vez mucho más largo que el otro.

Genevive se retorció en el sofá.

-Cariño, sería un favor que no suspiraras así-dijo esta con una voz realmente dulce-. Con eso podrías lograr dormirme.

-Oh, querida abuela, creo que ese es el punto-dijo Edmund. Era una bendición que su abuela lo haya sacado de sus pensamientos-. Así tendría ventaja de escapar y volver hasta las altas horas de la noche.

La anciana soltó una carcajada, tomo un cojín y se lo lanzo a la nuca. Edmund gimió y se lo regreso, pero esta lo esquivo con un ligero movimiento que ni si quiera le dolió moverse. Esas eran sus típicas bromas. Ambos eran su única familia.

A Edmund se le borro la sonrisa cuando recordó que tendría que trabajar en un libro que su profesor de literatura, el profesor Rivers, su profesor de literatura quien le enseño todo lo que sabe le había pedido una historia fuera de lo común, algo que ya no solo fuera para el género infantil. Ahogo un gemido. No tenía ninguna idea, y su profesor la esperaba antes de que terminase el año. Esa idea provoco que toda su alegría se hundiera como el Titánic.

Termino su almuerzo y le dio otro beso a su abuela antes de subir las escaleras para arreglarse y después salir a una cafetería cercana y así poder comenzar a escribir algo, esperaba tener algo para entonces.

Dentro de la ducha dejo que el agua golpeara su cara, mientras la cara de la chica se repetía una infinidad de veces. Esa cara era la que más sentía como si fuera la de la niña realmente, era la más familiar que se había podido imaginar. Al salir de la ducha, se calzo unos zapatos de vestir, unos jeans un poco ajustados y una camisa blanca. Así era la rutina, desayunaba, se arreglaba y salía, era demasiado sencillo para su gusto. Se observó en el espejo y sonrió.

No era feo, en lo absoluto. Su cabello rubio y lacio lo hacía ver atractivo, tenía unos preciosos ojos verdes que aumentaban esta afirmación y por si fuera poco tenía un abdomen musculoso, tonificado y muy trabajado, y era un milagro que no fuera como los chicos de su antiguo colegio, él era demasiado sencillo, aunque tenía sus desventajas, era guapo, pero también demasiado listo, y para variar escritor, aunque tenía chicas tras de él, nunca dejaría de ser otra rata de laboratorio.

Metió su laptop en su mochila negra, aloco su cabello y salió de su habitación. Se despidió de su abuela y se aproximó a la salida.

Caminaría a una cafetería cercana, revisaría su correo y esperaba obtener algo, esperaba la contestación de la familia Parks. Aún tenía fe, creía que podía lograrlo aunque fuera una locura.

________________________________________________________________________________

Bueno, como se habran dado cuenta cambio el narrador, quiero decirles que asis era de ahora en adelante. Chicas o chicos, si les ha gustaado pasenlo, para ser mas, quiero decir tambien que esta ha sido una idea totalmente mia y nueva. Espero que disfruten este cap. Gracias por leer. Un beso.

365 Días bajo lluvia[editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora