Día 26

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Día 26:

5 de Agosto del 2013.

Los libreros de la biblioteca de la Residencia Parks eran de madera negra con toques modernos y rústicos que te hacían viajar a lo que era lo más parecido a una cabaña en el bosque. Las mesas tenían finos vidrios y estaban conformados por madera pulida de un color menos oscuro que los libreros. Cada libro estaba ordenado alfabéticamente y en algún que otro lugar estaban ordenados por el color de las portadas o cuál era más viejo que el otro. Los libreros llegaban hasta el techo y en toda la biblioteca olía a papel nuevo y brillo para madera, era un rico olor del cual se disfrutaba, pero uno siempre trataba de no aspirar demasiado por miedo a que se fuera a acabar en cualquier momento.

-Claro que sí-le dijo Luna a Pam por teléfono ella soltó una risita-. Mi padre ha aceptado que te invite a ti y a Sunshine para este fin-habló nuevamente-. ¡Estoy tan emocionada! Por fin no me sentiré como un bicho raro.

Luna entró en la biblioteca sabiendo que ahí era donde encontraría a Edmund y efectivamente se encontraba ahí. Con la mano derecha sostenía su teléfono contra su oreja y con la mano izquierda tanteaba y cargaba el libro de Buscando a Alaska que tenía toda la fe del mundo en que Edmund le leyera desde donde se habían quedado. Llevaba un lindo vestido verde de tirantes con unos zapatos negros de tacón con correa se veía totalmente angelical, su cabello negro estaba recogido en una trenza de cascada y tenía muy poco maquillaje, el color verde claro de su vestido resaltaban los ojos azules de ella y no habían parado de brillar desde la noche anterior.

-¡No eres un bicho raro!-recriminó Pam.

-Claro que lo soy-afirmó Luna haciendo caso omiso a su amiga-. Es la verdad y lo sabes.

-Hay muchas más personas igual que tú, Lu-le dijo a su amiga-. Solo es cuestión que lo aceptes.

-No siempre es bueno aceptar todo…-balbuceó.

Edmund escuchaba atentamente la conversación -claro solo las partes en las que Luna hablaba- fingiendo que estaba absorto en la historia de Hamlet mientras que de vez en cuando echaba miradas furtivas tratando de no ser muy obvio sabiendo que no podía verlo y sabiendo que también que ella podría pre sentirlo. Luna colgó el teléfono y se detuvo en la mesa cerca a la de Edmund, él la miró sonriente tratando que no se le saliera algún comentario sobre su perfecto atuendo y la belleza natural de ella. Ella también sonrió con aire sencillo y se acercó a él lentamente extendiendo su brazo.

Ambos habían decidido que actuarían ajenos a lo ocurrido la noche anterior. Pero también ambos sabían que habían disfrutado mucho aquel beso, no porque fuera un beso de película o mucho menos, si, no porque por fin ambos habían podido probar aquellos labios que en sueños y en fantasías los traían totalmente locos.

-¡Ed!-se abalanzó ella contra el para darle un buen abrazo de oso.

Edmund le rodeó con los brazos la cintura y la apretó contra él, aspirando su perfume de vainilla y acariciando su suave y delicada cabellera negra. No llevaba las gafas y le gustaba. Podía observar el fabuloso brillo de los ojos de ella sin tener que rogarle que se quitara las gafas y convenciéndola de que a pesar que se veían vacíos eran totalmente bellos.

-¡Lu!-asintió él también con entusiasmo-. ¿Hay algo en el que pueda servirte?

-¿Te importaría leerme un rato?-preguntó ella enterrando su cabeza en su pecho.

-Depende cuanto sea “un rato”-Edmund arqueó una ceja acariciándole la mejilla dulcemente.

-Todo el día-rió Luna.

365 Días bajo lluvia[editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora