Día 18:
28 de Julio del 2013.
Edmund abrió las cortinas de color durazno dejando a la vista el hermoso amanecer que estaba comenzando. Después abrió el balcón y se giró para mirar a Luna. Ella gemía por el fresco aire de la mañana y abrazaba su almohada como si su vida dependiera de ello. Su cabello negro estaba enredado y se podía ver a simple vista que se había acostado mucho más tarde después de la pequeña llamada que ambos tuvieron. Edmund rio y se acerco a ella para dar un intento en despertarla. Esperaba que no fuera igual de duro que la última vez y primera.
Las 7:00 am, era una buena hora para empezar el día, además que el camino que emprenderían sería bastante largo, y esperaba salir lo más pronto posible de la residencia Parks. Si Luna no se enteraba de todo su plan, finalmente todo saldría bien como lo planeado, realmente no podía esperar más. Entonces al acercarse a ella, se incoó a un lado y comenzó a moverle algunos mechones negros de la cara. Se veía tan linda e inocente dormida, y se veía mucho más inocente con solo verla abrazar a su almohada.
-Eh, bella durmiente-le susurro Edmund al oído.
Ella gimió y tal como la última vez, le dio un manotazo en la cara y después se giró soltando la almohada para agarrarse de los barrotes de su cabecera. Si esto se seguía poniendo así seguro que por mil intentos que hiciera Edmund no la sacaría de la cama. Ella nuevamente se retorció en la cama y volvió a caer en el sueño. Edmund suspiro tratando de decirse a sí mismo que todo aquello era por una buena causa. Se sobó la cara y se levantó, la agito un poco pero en si no reacciono. Después de unos minutos de resignación, se dirigió al final de su cama y probó con tirar de sus pies, ella se sostuvo mucho más fuerte del barandal. Edmund refunfuño, ella aún medio dormida rio un poco. Al poco rato se le encendió el foco a Edmund, dándole cosquillas en las plantas de los pies, ella se retorció en las sabanas, girándose, y logrando que Edmund consiguiera lo que quería. El soltó una larga carcajada, mientras que ella se tallaba los ojos. Frunció el ceño y trato de peinar su enredada melena negra.
-¡EDMUND!-grito ella haciendo un pequeño puchero-. ¡Que te he dicho de entrar en mi habitación de esa manera!
Esto solo provocó que Edmund se tirara al piso tocándose la panza de tanto reír. Dios, sus pucheros eran lindos y enojada se veía aún más cómica. Ella se levantó y a tientas se acercó a Edmund, para darle un pequeño golpe en la cabeza. Este gimió tirando al suelo a Luna que ella también gruño de dolor, bueno, sí que ambos eran un desastre juntos. Luna de igual manera comenzó a reir retorciéndose en el suelo, tratando de controlar su respiración y parar las carcajadas que daba. Pero Edmund no quería que parara de reir, su risa era melodía para sus oídos.
Al parar de reír ambos se levantaron, Edmund le ofreció su mano y ella la acepto amablemente. Sus cuerpos casi se rozaban y solo había tan solo unos centímetros de separación.
<<Vaya inicio del día, es tan…uf>>pensó Luna.
Se separaron de golpe y ella volvió a refunfuñar por que la despertó. El solo rió ayudándole a hacer la cama, cuanto antes salieran mucho mejor, serian dos largas horas de viaje, y no quería perder el tiempo. Luna se acomodó sus shorts y también su blusa de tirantes, suspiro, tenía que sacar algo para mantener la conversación. Odiaba los silencios incomodos. Y ese era uno de los silencios incomodos.
-¿Qué hora es?-pregunto ella acomodando sus peluches y colocándolos encima de su almohada.
-Las 7:10.
-¡¿LAS 7:10?!-grito ella soltando un peluche de oso-. ¿Cómo te has atrevido a despertarme tan temprano?
Jamás se despertaba tan temprano. JAMÁS. Era una de sus reglas de oro en vacaciones; “Nunca despertarse temprano”. Y sí que la respetaba, pero hoy…hoya había infringido las reglas y era malo. Al menos para ella. Edmund le miro confundido. Definitivamente alguien tenía que darle las reglas de oro de Luna y un manual de cómo controlar a Luna Parks mientras es de mañana.
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365 Días bajo lluvia[editando]
Cerita Pendek"-No te vayas-susurró ella suplicante. El viento helado alocaba su cabello negro, y el precioso sol había desaparecido, no había rastro alguno de el en LA. -Te prometo que volveré-contestó igualmente en un susurro. Sus ojos verdes amaban, los precio...