Narcisos

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Era el interior de un gran pasillo cubierto por enormes ventanales, lucia como una enorme iglesia estilo gótico, mi cuerpo estaba entumecido caminando en línea recta, no tenía miedo pero me abrazaba una gran duda, ¿correcto o incorrecto? ¿Cuál es la verdadera? Mis pasos eran eco en una alfombra de rojo carmesí, sentía la mirada de muchos en mí, no eran hostiles más bien trasmitían regocijo sobre todo aquel hombre al fondo del gran pasillo, vestía de negro al igual que su cabello largo de ébano.

Mi corazón latía rápidamente estaba nerviosa jamás me había sentido tan sometida a tanta carga emocional, al llegar mis manos temblaban mas la identidad las sujetó de improvisto calmándome estaba frio, alcé mi mirada para verlo con atención una bruma cubría parte de su rostro, aun así, pude distinguir una dulce sonrisa que me dejo totalmente confundida con un sentimiento que sin conocer sabía que ya había calado en mi cuerpo eras atrás.

Un beso me separó de la realidad lúgubre que nos envolvían, su pálidos labios reposaban en mi mejilla derecha para después envolverme en su manto abrazándome con cariño y extrañeza llegando a ver una ventana de perfectos marcos en metal plateado y contemplar la crueldad de una fría tormenta donde solo el invierno y la soledad darían la bienvenida a este mundo podrido.

Solté un suspiro mientras mis ojos se abrieron sorprendidos, respiraba agitada observando a mi alrededor dando a entender que solo fue un sueño al verme rodeada de un bello prado de rosas y narcisos. Un pequeño pétalo de narciso cayo entre mi frente y mi nariz.

― Que sueño más extraño... fue demasiado vivido. ―tomé el pétalo de mi rostro observándolo. ― Seguro debe ser la preocupación de estos tiempos.

Me levanté para dar paso a una hermosa vista del santuario, el lugar en el que me convertí en santa. Este lugar es donde puedo mantenerme tranquila rodeada de belleza natural, un lugar donde olvidar que en esta era se desataría la terrible guerra Santa. Aun con el pétalo en mis manos palpe su blanda superficie sonriendo con ternura para después dejar que se marchara con la suave brisa del viento. De repente algo trajo mi atención, eran las sombras de las flores, las observé por alguno segundos sabía que algo importante estaba ignorando.

― ¿¡NO PUEDE SER!? ¡Es muy tarde! ― tomé mi mascara bajando la colina lo más rápido para llegar lo más antes posible al campo de entrenamiento. ―

― ¿No creen que ya se tardó? ―dijo la voz de un muchacho. ―

― La verdad no me importa. ―contesto otro jugando con unas rocas. ― Además si no viene tendré más tiempo para mí.

― No digas eso sabes que es muy importante para nosotros sus enseñanzas. ―regaño la voz de una niña. ―

― ¡Ham! Tonterías es solo pérdida de tiempo, lo que yo necesito es golpear a alguien, eso si sirve de algo. ―gruño el más mayor de todos destrozando un pequeño pilar cercano. ―

― ¿Conque pérdida de tiempo? ―respondí desde lo alto de una columna. ―

―Señorita Helena. ― dijeron en coro los niños. Al bajar de aquella estructura los dos niños vinieron a abrazarme, a excepción de uno. ―

― Rejard. ―pronuncié el nombre del joven problemático, el cual lucia con una mueca de disgusto cruzando sus brazos en total reproche. ― Aprender a dominar el cosmos no es una pérdida de tiempo, si quieren ser santos deben primero controlar la esencia misma de su poder, sino simplemente... morirán. ―sermonee mientras acariciaba los cabellos de la niña, el joven problemático simplemente crujió sus dientes y bajo la mirada. ―

― ¿Porque se tardó tanto, señorita Helena? ―pregunto la pequeña. ―

― Bueno Pléyades... ―hice una pausa dramática mientras cambiaba mi tono de voz a uno serio y preocupante, los jóvenes fueron invadidos por una curiosidad presentían algo malo que con su simples gestos deseaban escuchar mi razón. ―Me quedé dormida. ― sonreía ampliamente cambiando mi todo abruptamente a uno burlón. ―

― ¡No nos asuste! ―reclamaron en coro y sobre todo malhumorados. ― Creíamos que algo malo había sucedido.

―Lo siento, al menos estoy consciente del gran aprecio que me tienen. ―volví a decirlo entre risas provocando el enojo de los tres ante una muy mala broma. ―

Esta era mi vida desde hace muchas lunas, tener a estos pequeños talentosos que muy pronto se convertirán en poderosos santos de elite, mi única tarea enseñarles el manejo perfecto de su cosmos ya que soy conocida por ello, la que mejor puede dominar su energía incluso mejor que los santos dorados.

El manto oscuro que cae sobre mi muy pronto será revelado, pero no temo se que ese es mi camino para un fin mayor las decisiones de mi pasado me llevaron a poner un pie en este hermoso lugar y lo protegeré con sangre dando mi vida para preservarlo para las generaciones futuras y si es cargando el terrible nombre de santa de las estrellas agonizantes aceptare el destino que me otorgó vivir en esta era. Ya que soy Helena, santa de Eta Cariane una estrella agonizante aquella que puede incinerar todo a su paso. 





La Estrella Agonizante (Terminada -En edición )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora