Despertar

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Nuestra relación comenzó y fue desarrollándose con el pasar del tiempo, amaba estar con él y ser la única que podía ver su verdadera sonrisa, emociones y carácter. Pactamos en mantenerlo en secreto para evitar los problemas y las innumerables preguntas que iban a surgir, pero no podía ocultarle algo tan importante; Manigoldo, las innumerables escusas mi estado de ánimo ya habían causado la curiosidad del santo de cáncer, era injusto y me sentía como una traidora que acorde hablar con Albafica para decírselo aun que él quería ir en persona, rechace su ayuda esto solo lo podría hacer yo. Controlar al emocional de Manigoldo

Con un suspiro ingrese a su templo, él se encontraba en una de sus múltiples ventanas observando, concentrado y con sus dedos parecía estar contando algo... estaba sumamente nerviosa que podía escuchar el sonido de mi propio corazón, quieta, jugando con mis manos esperando que este no se diera cuenta de mi presencia hasta que arreglara lo que iba a decir, pero fue tarde el me regreso a ver con aquella sonrisa confiada y yo solo me paralice.

— Manigoldo... —intentaba no tartamudear. — Necesito decirte algo...

— ¡QUÉ DEMONIOS ESTABAS PENSADO! —sus gritos incluso asustaron a las palomas que posaban al filo de la ventana. — ¡DE TANTOS HOMBRES QUE HAY EN EL SANTUARIO TUVISTE QUE METERTE CON EL QUE TE PUEDE MATAR CON SOLO TOCARLO, MEJOR DÉJATE BESAR POR UNA SERPIENTE QUE ES MENOS PELIGROSO! —estaba fuera de sus cabales, gruñía para sí mismo y cada vez que quería tranquilizarlo me gritaba para que ni piense levantarme del asiento en el cual me tenía castigada. — NO SÉ CÓMO, NI COMO LO HARÁS, PERO ME TERMINAS CON ESE HOMBRE TE PROHÍBO VOLVER A VERLO Y SI ES NECESARIO TE ESCOLTARE DESDE EL ALBA AL ANOCHECER. HASTA QUE TE LO SAQUES DE LA CABEZA.

— No lo haré, aunque me arrastres a mis aposentos no dejare de ver a Albafica. —estaba enojada a pesar de mis argumentos y de mi paciencia él estaba enfrascado en separarnos llegando a límites que no iba a permitir. —Manigoldo ya no soy una niña, siempre has confiado en mí, ¿Por qué dudas ahora?

El silencio envolvió el templo de Cáncer, el santo hervía de rabia, su ceño fruncido, apretando con fuerza sus dientes aún seguía gruñendo y su cabello estaba totalmente desaliñado, no respondió y en el momento en que iba hablar sentí su presencia.

— No quiero verlos discutir. —con una voz calmada se presentó caminando a nuestra dirección siendo revelado por la luz de las velas. Al identificarlo Manigoldo reacciono de ágil manera colocándose al frente mío evitando que la identidad se acerque más. —

— ¡A ti te estaba buscando, maldito no quiero que te acerques a ella! —gruñó encolerizado, sus puños estaban apretados, sentía que su cosmos se elevaba muy rápido. —

— Manigoldo tranquilízate...—intente detenerlo. —

—¡Cállate, no interfieras!

— Entiendo tu malestar, yo también actuaria de esa forma si un ser querido corre un gran peligro.

— ¡Infeliz, si lo entiendes entonces porque dejaste que se enamorara de ti!

— Lo intenté, los dos lo hicimos... alejarnos mutuamente, pero fracasamos, desesperados por negar lo que sentíamos causo que nuestro sentimiento creciera aún más. Ya no lo podemos negar Manigoldo.

La situación estaba empeorando, Manigoldo no iba a entender palabra alguna y lo que temía se hizo presente, de sus manos brotaban aquellas llamas de color azul, estas ya eran visibles incluso para Albafica que al saber lo que iba a acontecer saco una de sus rosas dispuesto a enfrentarse, con rapidez Manigoldo desapareció de mi vista dispuesta a detener esta locura me interpuse entro los dos formando con mi cosmos un escudo que detuvo el ataque de Manigoldo, este extrañado me observaba, las llamas azules del santo se mezclaban con las mías a causa del choque.

La Estrella Agonizante (Terminada -En edición )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora