— Aceptó. —mi mirada seguía fija en el libro sumida en la lectura, mi inesperado hablar dejo al santo de Acuario extrañado. Él me observaba con sus ojos sumamente abiertos. —
— ¿Helena?
— Acepto salir contigo. —sin despegar la mirada del libro. —
Quedo enmudecido no sabía cómo reaccionar parpadeando varias veces a causa de la irrealidad, sus ojos de total asombro y a la vez confusión no dejaron de mirarme, era como si una maraña de ideas cruzaba por su cabeza al mismo tiempo. Enfoque mi mirada en él buscando una explicación para su silencio, ver su rostro con esa expresión de no saber lo que estaba pasando me causo gracias y tuve que morderme mi labio inferior para no reírme. Cerré con delicadeza mi libro y tomar la mano del santo causando un leve sobresalto.
— ¿Ocurre algo?
— No... –la incredulidad aún se percibía en su voz y al ver que esta vez mi atención estaba enfocada en él relajó su rostro tomándome de las manos y llevándolas a su pecho. — Lo siento su respuesta me tomo por sorpresa, en verdad se lo agradezco.
Sus ojos brillaban con dulzura y cariño que no había visto, como si me acogiera una calidez que solo con Beatriz había sentido, pero esta era diferente sintiendo un hormigueo en mi estómago al igual que el palpitar acelerado de mi corazón. Me perdí en aquellos ojos violetas que incluso causo un leve rubor y sin saberlo sin ni siquiera pensarlo mi cuerpo se iba a acercando a él reclamando algún segundo movimiento y como si leyera mi mente el también poco a poco se fue acercando.
— Vaya, ya se habían tardado. —aquella voz rompió el trance alejándonos mutuamente agradecí en ese momento tener la máscara puesta, si fuera de otro modo estaría expuesta a un sonrojo delator. El entro con su semblante orgulloso y comiendo una de sus clásicas manzanas rojas. — Por favor no se detengan. —dando una gran mordida al fruto. — Ignoren mi presencia. —tratando de articular bien las palabras ya que tenía la boca llena. —
— Kardia ¿qué estás haciendo aquí? —soltando mi mano y levantándose enojado ante la imprudencia de su hermano de armas. —
— Solo me aseguro que no te desvíes del tema como la última vez. —Dégel lo seguía con una mirada fría, mientras que Kardia puso una mano en el escritorio y me miró fijamente. — Así que al fin le dijiste si a este frío, bueno espero que te pueda complacer y si no lo consigue. —me miro de arriba hacia abajo formando una sonrisa pícara. — Yo puedo arreglar eso y te juro que no te arrepentirás. —agravó más su voz dándole un toque seductor incluso alzo una de sus cejas para realzar sus facciones. ¿Intentaba seducirme? Esto era muy extraño, a sus espaldas Dégel carraspeo su garganta llamando la atención de su hermano de armas entregándole una mirada de advertencia con su ceño fruncido. —
— Ya es tarde. — sujetando a su compañero del hombro enfatizando aún más su advertencia, que si hacía algo estúpido lo iba a pagar caro. — Llevaré a Helena a sus aposentos. — caminó a mí dirección para ofrecerme su brazo el cual tome en seguida y salir del lugar. —
— Ah por cierto Kardia, Dégel no necesita impresionarme. Ya lo ha hecho. —miré al santo de cabello verdoso que inmediatamente oculto su rostro impidiendo ver un ligero rubor en sus mejillas. —
En ningún instante me separe de Dégel incluso me apoye más en su brazo, mientras una suave sonrisa se dibujaba por sus labios acompañado de una conversación acerca de los temas leídos, esto era lo que más me gustaba de él, ser deslumbrada por su conocimiento llegando a no interrumpirlo con tal de seguir escuchándolo.
— Le debo una disculpa, la actitud de Kardia... a veces...
— No se preocupe. —deteniéndome en la mitad del templo de piscis. — Su actitud me recuerda mucho a Manigoldo y se darme cuenta cuando es una broma.
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La Estrella Agonizante (Terminada -En edición )
FanfictionUna armadura que no es ni de plata ni de bronce trae con sigo la destrucción de su alrededor, Helena Caballero de la estrella agonizante Eta Carinae trae consigo esta maldición y la rencarnación de la muerte. A punto de comenzar la guerra santa ella...