Isla.

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Dos manzanas terminadas seguidas por la atención del joven aprendiz Tenma ante mis palabras, su rostro reflejaba asombro y a la ves tristeza sabía que cada uno poseía un pasado gris incluso el. La determinación de Helena lo asombraba no parecía tener algún estrago de aquella infancia más aún tenía una gran lealtad a sus amigos. Un extrañó con una grabe voz que salió de los matorrales interrumpió a los dos jóvenes.

- Helena, la he buscado por todos lados, el patriarca solicita su presencia. -dijo el extraño que resulto ser un guardia. Miré al individuo para después levantarme y sacudir mis manos y ponerlas en mi cintura. -

- Bien, por hoy terminamos, espero que esto te haya servido de ayuda Tenma. -mirando al castaño. -

- Espero volverla a ver y no se preocupe. -haciendo un puño. - Lo haré por mis amigos. -sonreí ante aquellas palabras para después dirigirme al soldado. -

- Ahora que lo recuerdo, es mejor que revises tu cuerpo has pasado mucho tiempo conmigo tal vez te lleves una sorpresa. -Al decir eso el castaño abrió los ojos para después palparse su cuerpo de una manera desesperada y con una expresión de angustia en su rostro. -

- ¡No, no! -en busca de las quemaduras. -

- Tranquilo es broma. -sin parar de reír, mientras el me fulminaba con la mirada. -

Creo que al pasar tanto tiempo con Manigoldo se me apegado hacer bromas de muy mal gusto esto me causa mucha gracia. Seguía mi camino siendo escoltada por el soldado no sabía que es lo que el maestro Sage quería decirme tal vez una misión, pero eso era imposible la guerra santa aún no ha comenzado o seguro era porque Manigoldo se metió en uno de sus problemas, si fuera así, esta vez no me voy a contener.

Había recorrido todas las casas zodiacales y una gran puerta de madera solo me separa. Puse mis manos sobre la gran puerta para después empujarla y darme paso a la sala donde el patriarca se encontraba sentado con su tocado blanco, un collar de oro y su gran casco hecho del mismo material.

- ¿Ha pedido mi presencia? Maestro Sage. -hincándome en muestra de respeto. -

- Como sabes, Helena, la guerra santa está cada vez más cerca por esa razón debes ir a la Isla Centinela. -colocando sus manos en los brazales del trono. - Los caballeros de las estrellas agonizantes deben regresar al santuario.

- ¿Está seguro? Maestro. -levantando mi rostro. - Recuerde que nuestro cosmos podría destruir el santuario.

- No tienes por qué preocuparte, nuestra diosa, Atena mantendrá en equilibro su poder por eso es necesario que cada uno de ustedes se mantengan cerca de este lugar.

- Está bien maestro, saldré al alba. -levantándome y dirigiéndome a la salida. -

- Espera, Helena. -deteniéndome en el acto, mientras que el patriarca se levantaba de su asiento. - Sabes muy bien que no soy tu maestro, si no... -me di la vuelta de inmediato creando una pequeña briza que incluso levantó el polvo del gran salón impidiendo que el patriarca terminara. -

- No se atreva a mencionarlo. -mirándome atónito el peli plata ante mi reacción. - Ese hombre es solo un traidor, acaso ha olvidado lo que intentó hacerle a usted, al santuario tomando todo a la fuerza, para mí solo hay dos maestros: usted y Asmita... con su permiso.

Salí inmediatamente del lugar no quería enfurecerme más de lo que ya estaba, recordármelo era lo peor aunque Sage siempre intento que yo lo perdonara por su acto jamás lo conseguí, eso no estaba en mis facultades, además no solo fue eso, lo tenía como un ejemplo, un gran orgullo aquel que siempre me levantaba en los momentos de incertidumbre y dudas pero todo eso termino matándolo con aquella traición que no pude perdonar y mi rencor hacia él nunca lo dejare.

La Estrella Agonizante (Terminada -En edición )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora