Promesa

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Durante todo ese tiempo mi miedo no desvaneció ni un poco que incluso el sueño lo perdí cerraba mis ojos y me retorcía en las sábanas de mi cama en intentos de conciliarlo, resultando en vano. Cada noche sentía una presencia que me vigilaba desde las sombras, a pesar de dejar algunas velas encendidas era como si las noches fueran más oscuras y la luz de estas fueran inútiles.

Sentada en la cama y abrazando mis piernas cruzaba una idea de ir a los aposentos de Albafica, pero si Manigoldo se enteraba seguro iba a malinterpretar la situación y eso sería un caos completo, aunque podía ir a su templo... No era muy inmadura, como una joven ya de 21 años durmiera con uno de 25 seguro lo iban a interpretar peor, tan liada despeine mi cabello para caer de lado en cama observando como las velas poco a poco se iban consumiéndose. Rayos, ya soy lo suficientemente adulta para estar durmiendo con compañía como si de una niña se tratara, así que todas las noches meditaba en las orillas del lago como un intento de borrar aquel temor que oprimía mi corazón.

Al día siguiente me encontraba en la sala patriarcal donde Sasha se encontraba sentada en el trono y los santos de oro Dohko de Libra y Shion de Aries la resguardaban mientras el patriarca Sage comentaba de cual serían el siguiente movimiento ante el despertar de Hades. Sus voces las escuchaba lejanas, apenas unos tenues susurros ahogados con la mirada fija en el piso, sentía la sensación de alerta de que algo iba a brotar de ahí...algo terrorífico que causaba un escalofrió por mi cuerpo. Sentí la delicada mano de la diosa sujetando mi brazo esto me despertó para mirarla aun pensativa.

— Últimamente has estado muy distraída. —me miró con ternura, pero a la vez preocupada. —

— No es nada mi señora, seguro debe ser porque Hades ha despertado y la guerra ha empezado, no tiene de que preocuparse.

El gran sonido de la madera de las grandes puertas al abrirse, interrumpió nuestra conversación para dar paso a tres santos de plata los mismos que habían sido enviados a una misión de reconocimiento en Italia, lucían calmados y bastante exhaustos. Sasha se encamino hacia ellos con sus brazos abiertos y una gran sonrisa dándole la bienvenida, aun me sentía sumida en mi aislamiento que no puede reaccionar cuando los santos sufrieron una trasformación, sus armaduras cambiaron a un color ébano y su cosmos era oscuro. Se habían convertido en espectros. Atacaron a Sasha, esto me despertó totalmente colocándome en frente de la diosa para poder protegerla junto con los otros santos.

— Revolución de polvo estelar.

— Los cien dragones supremos de Rozan.

— Agonía estelar.

Sasha, conmocionada quiso impedir nuestros ataques, pero fue inútil los ahora espectros habían caído moribundos, la joven diosa al verlos caer corrió a su ayuda con las lágrimas en sus ojos, sus labios susurraban que ella conocía la verdad que nosotros ignorábamos. Sus almas estaban siendo manipuladas, nunca regresaron solo eran marionetas usadas por el dios del inframundo.

— Atena... Patriarca por favor denos la autorización de atacar de inmediato. —propuso Shion mientras se inclinaba ante los dos superiores. —

— Por favor permítanos vengar la muerte de nuestros compañeros. —agregó Dohko con rabia en su voz. —

— El sacrificio de Serverus y los demás no será en vano. —agaché mi cabeza mientras apretaba mis dientes. —

— Muy bien Dohko y Shion elijan algunos santos de plata y bronce y partan de inmediato a Italia, diríjanse a esa ciudad donde Serverus y los otros encontraron esa catedral.

— Pero Maestro yo... — alce mi mirada para reclamar a su santidad por qué no estaba designada a la misión con los otros santos. —

— Helena, tu deber es proteger a la señorita Athena además con Shion y Dohko nos basta. —asombrada, camine hacia su santidad. —

La Estrella Agonizante (Terminada -En edición )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora