Fuerza

273 28 3
                                    



Los lamentos de Tenma, un torbellino de emociones, resonaban en el aire: un canto desgarrador que entrelazaba el dolor, la impotencia y la ira. Ese rugir lastimero era el único sonido que llegaba a nuestros oídos, un eco de aflicción que se extendía por el escenario devastado. El fallecimiento del Cid había dejado una brecha profunda en el corazón de todos los que lo habían admirado o compartido un lazo de amistad con él. La impotencia y la tristeza se abatían sobre mí, erosionando lo que quedaba de mi determinación. Sentía cómo todo se desmoronaba a mi alrededor, forzándome a enfrentar una decisión ineludible.

Cada vez que esa sombría idea cruzaba mi mente, una opresión insoportable se apoderaba de mi pecho, obligándome a negarla con un sacudón de cabeza y centrando mi atención en los demás Santos, verificando su estado. Mientras tanto, Tenma se hallaba en una devastación absoluta, descargando su ira en puñetazos furiosos y murmurando maldiciones apenas audibles.

— Vamos, Tenma, no podemos permitirnos perder más tiempo. —Posé una mano en su hombro en un intento de confortarlo.

— Helena... —susurró, sus ojos rojizos seguían empapados en lágrimas. — No hice nada para evitarlo...

Me arrodillé a su lado, tomando sus manos en las mías para evitar que se lastimara aún más. Las limpié con ternura y delicadeza, como lo haría una madre cuando atiende las heridas de su hijo tras un accidente durante el juego. Los ojos de Tenma se alzaron, observándome con asombro y quedando perdidos en una especie de ensoñación, como si mis gestos hubieran evocado recuerdos olvidados.

—La guerra no discrimina entre los bandos en conflicto; siempre arrebata a quienes amas o aprecias, sin piedad ni consideración... Es casi como si, de manera retorcida y despiadada, nos advirtiera que, al provocarla, estas serían las consecuencias. —Mis palabras lo sacaron de sus pensamientos quizás ingenuos, obligándolo a enfrentar la cruel realidad. Desvió la mirada, como si tratara de huir de esa verdad inevitable. —Pero no podemos permitir que las decisiones que se han tomado caigan en el olvido. Nuestro objetivo sigue siendo el mismo: poner fin a la Guerra Santa. Debemos rendir homenaje a los que han perdido la vida y asegurarnos de que sus sacrificios no hayan sido en vano. —Al escuchar esto, el semblante de Tenma se transformó, y su espíritu se reavivó, esbozando la misma sonrisa que irradiaba alegría y esperanza.

— Tienes razón, no dejaremos que sus muertes sean en vano. —Se levantó con un firme propósito, y sus ojos recuperaron un destello optimista, enfocados en el camino que llevaba a la Catedral de Hades.

— Un momento, ¿tú eres Helena? —De súbito, un santo tembloroso se presentó. Su expresión y sus gestos exagerados manifestaron un profundo miedo. Respondí afirmativamente con un simple gesto de cabeza. —Helena de Eta Carinae...

— Sí, ¿hay algún problema? Pareces bastante asustado. —El joven se estremeció visiblemente, retrocediendo y ocultándose tras unas rocas.

— Yato, no te alarmes. Helena no es lo que aparenta. —El Santo de Pegaso intentó tranquilizar a su amigo, quien estaba aterrado y tembloroso.

— ¿Cómo puedes mantener la calma? Ella es una Estrella Agonizante, capaz de incinerarnos con una simple mirada.

— No empecemos. Ven aquí, acércate. —Tenma tomó el brazo de su amigo, arrastrándolo hacia mí a pesar de su resistencia. Yato forcejeaba por liberarse. — ¡No seas testarudo! ¡Colabora!

— ¡Suelta, idiota! ¡Realmente valoro mi vida! —La escena arrancó una pequeña sonrisa, un respiro en medio de toda la desdicha.

— Ya era hora. —Detrás de mí, una voz femenina emergió. Observaba la escena de los dos santos con una sonrisa entretenida. — Actúan como niños. —Se acercó a mi posición, con los brazos cruzados. — Ha pasado un tiempo, me alegra verte en buena forma. —Su presencia calmó mi ansiedad. Verla me evocaba buenos recuerdos; siempre fue competitiva e ingeniosa, lo que solía exasperar a Manigoldo, ya que era pésimo jugando al escondite.

La Estrella Agonizante (Terminada -En edición )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora