Perdí su rastro al adentrarme en las imponentes puertas de la Catedral. En ese momento, anhelé demorarme un instante, deleitándome con la riqueza del cielo azul. Deseé cerrar mis ojos, sentir el fresco viento danzar sobre mi piel y tomar aliento de esa pureza efímera. Mis párpados se alzaron con lentitud, esperando encontrar una escena diferente a mi llegada. No obstante, la cruel realidad no dejaba espacio a la ilusión. La Catedral, con su gótica majestuosidad y terrorífica apariencia, me observaba detenidamente, enviando un escalofrío que recorrió mi ser.
Mis ojos bajaron, y el peso de la responsabilidad parecía presionar mis hombros. Temblaba, indecisa ante el primer paso. Inspiré, anhelando una pausa en el tiempo para apreciar la magnificencia que se cernía sobre mí. Cerré mis párpados, sumiéndome en un éxtasis momentáneo, permitiendo que el aire puro llenara mis pulmones. Lentamente, abrí mis ojos, deseando que el mundo ante mí hubiera sufrido una transformación. No obstante, la verdad persistía. Ante mí se erigía la Catedral, su grotesca fachada inmutable.
Con una timidez, giré mi cabeza para vislumbrar el ejército que se congregaba ante la tétrica estructura, una ejército devoto a mi diosa se encontraban expectantes. Mis manos se posaron sobre mi pecho, capturando el aire que rozaba mi rostro. En ese instante, cerré los ojos por tercera vez, sintiendo la presencia de amigos, camaradas y conocidos en un torrente de recuerdos.
Pobre desventurado merecía consideración, quizás debí haber cedido a sus suplicas y liberado el peso de su culpabilidad. Pero el tiempo se extinguía, sin vuelta atrás, solo el camino hacia adelante. Con un agudo pesar en el corazón, me di la vuelta y penetré en los confines de esta prisión. El frío penetrante se abría paso hasta los huesos como cuchillos de hielo, y el sonido constante de nuestros pasos resonaba en charcos de sangre, testigos mudos de la batalla librada. Fue a través de las palabras de un orgulloso Dohko que el Señor Hakurei estaba detrás de esta situación, embarcado en una misión personal: sellar al dios del sueño, Hypnos, como lo había hecho su hermano gemelo, y derribar la barrera que protegía a Hades. La idea de la historia repitiéndose estremeció mi ser, impulsándome a avanzar por mi cuenta y alcanzar al Señor Hakurei, con la esperanza de evitar el destino de su hermano.
Los gritos de Dohko para que me detuviera no me afectaron; no podía permitirme perder más tiempo. Si Hypnos estaba detrás del secuestro de Shion y Yuzuriha, seguramente los utilizaría para manipular las emociones del Señor Hakurei, debilitar su mente y quebrantarlo psicológicamente, antes de eliminarlo sin necesidad de un enfrentamiento. Esa era la táctica característica de ese malévolo dios, donde la brutalidad física cedía ante la tortura mental.
«Es un honor volver a verla». Fue esa voz la que finalmente logró detenerme. La reconocí al instante, y mi respiración se aceleró. Paralizada, solo podía mover los ojos, escudriñando en busca de su presencia en los oscuros pasillos que se extendían como abismos sin fin. Aquel vacío oscuro me sumió en un temor primordial, anticipando algo que se acercaba sigilosamente. Traté de tragar saliva, pero algo apresó mi antebrazo, arrebatándome el aire de los pulmones. Mi instinto de supervivencia se activó con una rapidez asombrosa, y en un abrir y cerrar de ojos, me defendí, utilizando su propio peso y ejerciendo presión en puntos críticos hasta someterlo.
—Espera... He-Helena. —Intentó hablar entre jadeos. Cuando la adrenalina se desvaneció, pude observar con detenimiento al individuo que había reducido.
—¡No puede ser! —murmuré, liberándolo y apresurándome a ayudarlo a ponerse de pie, con el rostro cayéndose de vergüenza. —Dohko, te pido disculpas. Pensé que era un enemigo.
—No te preocupes. — respondió, sujetando la mano que había sometido mientras se ponía en pie con evidente incomodidad. —Reaccionaste como debías. Estamos en un terreno hostil. ¿Qué sucedió? Te alejaste sin explicación. Este lugar es peligroso, y no debemos separarnos.
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La Estrella Agonizante (Terminada -En edición )
FanfictionUna armadura que no es ni de plata ni de bronce trae con sigo la destrucción de su alrededor, Helena Caballero de la estrella agonizante Eta Carinae trae consigo esta maldición y la rencarnación de la muerte. A punto de comenzar la guerra santa ella...