Extraño

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Habían pasado algunos días, aunque mis memorias aún seguían borrosas con recuerdos que no conocía si los había vivido o fueron productos de un sueño, aun así, con cada luna mi determinación por acabar con la guerra santa era más fuerte, pero algo me inquietaba. Hades, mi dios ahora era una sombra, no salía de su estudio, y desde la boda solo hemos cruzado dos palabras, su carriño y amabilidad ahora eran remplazados por vacías sonrisas, quizás me estoy armando un historia... eso espero. Caminé por los pasillos ahora reconocibles para mí, podía ir a cualquier parte del castillo ya sin perderme.

Dentro de la sala de reuniones los espectros de mayor rango discutían los movimientos de guerra, Sabían que Atena se hizo con el Oricalcos y debían hacer un contra movimiento lo más rápido posible.

Estos dejaron de hablar cuando me vieron entrar a la sala, todos se levantaron entregándome una reverencia mientras seguía avanzando hasta llegar a mi despectivo asiento, un trono que se encontraba a la cabecera de la sala. Estando ahí me percaté de algo, Hades ni el juez de Wyvern no se encontraban, miré al único juez presente. Aiacos de Garuda.

— ¿Dónde se encuentra mi amado Hades? —conocía a Hades, era muy puntual y no verlo me extrañaba. —

— El señor Hades se encuentra en su templo... pintando. —las últimas palabras se escuchaban a duda, y claro que lo era, incluso el mismo juez se había percatado que la actitud de su dios era extraña. —

— Entiendo... —me levanté de mi asiento y aclaré mi voz. — Mis queridos espectros, ahora que recuperado mis memorias sé que es lo que debo hacer. Atena se ha atado al poder, ahora nosotros terminaremos la guerra que ha durado siglos y siglos. La rueda se romperá. —todos gritaron a favor, escuchaba algunas frases de entusiasmo, la que me llamo la atención fue una en especial. "Nunca alcanzarán los cielos.". — No se entusiasmen, mis espectros. —los presentes hicieron silencio. — Hay una forma en que Atena y su ejército lleguen aquí. Un navío, llamado el barco de la esperanza, este fue usado en las anteriores guerras santas, he incluso en la era del mito. No es de sorprenderse que pase lo mismo ahora.

— Entonces lo destruiremos. —dijo uno con confianza en su voz y apretando sus puños. —

— Pero no sabemos en dónde está. Seguramente Atena lo escondió. —dejo en claro otro. —

— Así es, pero yo sé dónde se encuentra. —comente mientras me observaban con atención y caminaba en dirección del espectro de Garuda. Este se arrodilló inmediatamente. — Mi querido Aiacos, toma a tu división y dirígete a Yamir he impide que ese barco llegué a los cielos.

Santuario. Grecia.

— Señorita Atena. —se pronunció un soldado. — Le informo que hemos encontrado el barco de la esperanza y ya se están haciendo los preparativos para su reparación.

— Gracias. —dijo la diosa con un tono de calma intranquilidad. —el informante inclinó la cabeza y salió del lugar. —

— Señorita Atena, es mejor que descanses. No ha dormido en días. —Sísifo camino ante la joven con un gesto de preocupación. —

— Lo siento, pero no puedo... ver que mucha gente a muerto por la guerra y este cruel invierno. No puedo creer que Helena... —remordía sus labios en intentos de no dejarse llevar por el nudo que tenía en su garganta. — Yo le prometí que no iba a sufrir más y ahora ella... —la joven estaba desconsolada, una parte de su corazón se rompía cada vez que se le venía la idea de que ahora Helena debería desaparecer junto con Hades. —

— No tiene porqué sentirse de esa manera. —tomo de los hombros para tratar de tranquilizarla y darle apoyo moral. — Usted hizo todo lo posible para que ella viviera su vida de humana y santa de la mejor manera, pero nadie podía evitar que cumpliera su destinó. Ahora tendrá que salvar todas las vidas posibles y detener a Hades y su ejército. —la diosa regreso a verlo, sus ojos cristalinos reflejaban su estado anímico, pero en sus labios tenía una sonrisa, las palabras de su santo de sagitario la tranquilizaron. —

La Estrella Agonizante (Terminada -En edición )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora