Universo.

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Los días pasaban y aun me encontraba en cama bajo los cuidados de Manigoldo, pero no podía hablar así de bien de su comida que cada vez que me llevaba un sorbo a la boca parecía que estuviera comiendo alquitrán, creo que eso era lo que más me estaba enfermando, el mismo santo de cáncer se rehusaba a probar bocado y mejor experimentaba conmigo su "talento en la cocina" al menos tenía un respiro, mis alumnos y también Dégel venían a auxiliarme dándome comida fresca y por supuesto comestible que el mismo Manigoldo comía de ella y se notaba que la disfrutaba más de sobremanera.

Dégel siempre traía un libro ya sea dé ciencia o poesía el cual siempre me leía y discutíamos a cerca de su argumentación y contenido lo cual causaba el aburrimiento del canceriano y lo demostraba con bostezos seguidos, hasta quedar dormido en la silla del fondo, a veces con los brazos cruzados pero otras veces sabia estar todo estirado como si quisiera derretirse en la silla y con la cabeza hacia atrás, esto causaba mi gracia, el acuariano casi no sonreía pero dibujaba una tímida semi sonrisa lo cual me daba a entender que también le daba gracia las multi formas que hacia Manigoldo en esa pequeña silla .

A pesar de la compañía esperaba el momento donde nadie pudiera verme y seguir con el tratamiento si se lo puede llamar así, desvendarme mi brazo y ahí estaban. Tres piquetes negros en un patrón de zigzag, ahora ya no me sentía nada mal parecía que mi cuerpo se había adaptado al veneno de las rosas, ya no me daba malestar estaba resultando ser inmune y no dude en dibujar una sonrisa de satisfacción, pero lo que mas me hacía feliz era volver a ver a Albafica.

Paso una semana y había recuperado mis fuerzas y comencé de inmediato mi rutina, mis estudiantes parecían más entusiasmados con el entrenamiento lo cual me resultaba raro ya que siempre se aburrían, pero esta vez daban todo de sí. Sentada al borde de una columna caída los observaba hasta que una voz a lo lejos llamo mi atención.

― Vaya, ya te has recuperado. ―caminando hacia mí, con una amplia sonrisa, sostenía un gran sombrero de cascara de arroz o dǒulì de color café con su mano esto impedía ver su rostro―

― A que debo la presencia del santo de libra. ―no deje de ver el entrenamiento, toda mi atención estaba en ellos, además ya había "descansado" lo suficiente para distraerme. Dohko dejó caer su pandora box para después estirar su cuerpo he inhalar un poco de aire. —

― Han estado muy esmerados últimamente, se dice que estos muchachos son los mejores en controlar su cosmos entre los aprendices y ahora veo el porqué. ―regresándome a ver. ― En especial Rejard siempre le anda haciendo la vida imposible a Yato.

― Aun tienen un largo camino, además... ―poniendo mis manos hacia atrás como palancas y sostener mi cuerpo. ― No deseo que se conviertan en caballeros de las estrellas agonizantes, vivir la soledad y el aislamiento total para evitar una catástrofe es una fuerte presión.

― Pero tú lo conseguiste, vives entre nosotros y eres la admiración de estos pequeños como de algunos caballeros, tener a una de las armas secretas del ejército de Athena caminando entro nosotros.

La Estrella Agonizante (Terminada -En edición )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora