Decepción

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Con la aprobación de Manigoldo, Dégel pasaba más tiempo con Helena, con cada día el amor que sentía por la santa crecía y añoraba el día en que ella despertara. A pesar de que ellos estén de acuerdo Manigoldo propuso que esta situación se mantuviera en secreto ya que quería ahorrarse explicaciones, pero más aún proteger la dignidad de su hermana.

El riesgo de que no despertara era alto ellos no perdieron la esperanza, y para romper ese tensó hilo Manigoldo molestaba a Dégel con comentarios de matrimonio e hijos que causaban el sonrojo del acuariano, a pesar de su discreción alguien ya conocía su pequeño secreto.

— Vaya sí que la situación te ha venido de maravilla. —dijo una voz misteriosa mientras el acuariano salía de la sala patriarcal. —

— ¿Qué haces aquí? —regresando a ver al imprudente hombre. — Kardia.

— Wow al fin estas todo el tiempo con ella, aunque no en la situación que yo esperaba. —mirando en dirección a los aposentos de Helena. Dégel solo continuo su camino y dejar a su amigo hablando solo. — Oye... oye a dónde vas.

— Kardia no estoy de humor para tus comentarios...me preocupa el estado de Helena... El Cid ha propuesto que se tome a votación en practicarle la eutanasia, mis intentos por despertarla están fracasando y sé que es cuestión de tiempo para que esa opción se efectúe. —apretando su mano con fuerza. —

— Tranquilo Dégel, esa opción aún está en veremos, conociendo a la señorita Atena no permitirá que se efectúe un acto tan aberrante, es como si la mataran. — poniendo su mano en el hombro de su compañero. Dégel relajo su cuerpo, las palabras de Kardia le habían subido el ánimo. — Además ella te debe una cita.

Solo basto eso para cambiar su semblante frunciendo el ceño y retirar la mano de su compañero, Kardia jamás pudo mantener una actitud seria en momentos tensos, siempre los tomaba con diversión.

Mientras Dégel y Manigoldo cuidaban de Helena la mente de la santa deliraba entre pesadillas, su estaba atrapada en el mundo de los sueños.

Mundo de los sueños.

Y desperté en el interior de una catedral antigua, miraba para todos lados no había nada más que grandes ventanales de estilo gótico y pasillos de mármol de colores fríos, mi vestimenta era diferente era un largo vestido de un color salmón pálido y poseía detalles de flores, ¿Por qué estaba vestida de esa manera? Una sombra cambio el objetivo de mi atención, esta cruzaba por los pasillos como si se escondiera de mí.

— ¡Espera! —grite mientras perseguía la sombra. —

Seguí al extraño ser por la catedral, mis pasos hacían eco en el lugar hasta que se perdió en una esquina, exhausta por la persecución y por mi incomodo vestuario tomé un poco de aire arrimada cerca de un pilar. Al subir mi mirada vi un enorme pasillo que del techo caían pétalos de rosas rojas y narcisos, en el fondo había una especie de arco de color plateado, el pasillo estaba cubierto por una extraña alfombra roja que terminaba en el arco antes mencionado.

En el fondo había la silueta de un hombre de pie, con pasos lentos me dirigí a él, con cada avance el extraño iba tomando más forma, poseía una túnica negra y un largo cabello del color del ébano.

— Disculpa. —intentando tomar su hombro. —

— Añoraba volver a verte. —lo dijo mientras se daba la vuelta. Su piel era pálida y a pesar de la cercanía no podía ver su rostro una especie de sombra me lo impedía, el joven me hablaba como si yo lo conociera, pero yo jamás lo había visto, eso sí, su esencia se me hacía familiar. — ¿Te gusta? —pregunto el joven mientras yo no podía esbozar palabra y me encontraba confundida. — Lo hice para ti, sé que te encantan las flores en especial los narcisos de todos modos. —regresó a verme. — Te conocí cuando los estabas recogiendo. —esas últimas palabras causaron un escalofrío en mi cuerpo mis ojos se asombraron. —

La Estrella Agonizante (Terminada -En edición )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora