Décimo tercero

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Mamá.

Te voy a escribir lo que pasó con Jane, la chica de la que me enamoré. 

Estábamos sentados en la butaca que estaba en el parque, ya hacía semanas que la había conocido. Dejé mis penas a un lado y me atreví a decirle que si podíamos salir, sabía que hace poco nos conocíamos, pero que sentía algo más por ella... Fue un error. Me rechazó, me dijo que sólo me veía como un amigo, que no era el tipo que ella buscaba, mi corazón se partió. Es tan impresionante cómo unas frases pueden arruinar tu corazón en menos de un minuto. Mis ojos se aguaron, me paré y me fui corriendo de ahí, aunque en mi mente sabía que me comportaba como un niño. En él camino hallé un bar. Tal vez beba un poco, sería mi primera vez. Dicen que el alcohol hace que olvides ciertas cosas y que el dolor que sientes se va disminuyendo. Lo intentaré. Cuando ya había entrado al bar, me senté en una de las mesas y comencé a pedir cerveza.

Ya llevaba como seis botellas y él dolor no cesaba, y no me rendiría hasta hacerlo. No sé cómo calmar ese dolor, ese dolor que Jane me dejó, ese maldito dolor que a medida que las horas pasaban más fuerte se volvía. Maldita friendzone, la verdad, es un lugar asqueroso. Me odio, me odio a mí mismo, por haberle dicho eso antes de tiempo y porque sé que te he fallado, madre. Te fallé...

De Hijo A MadreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora