De Hijo A Madre

Décimo octavo

Mamá.

Te quise perdonar, pero a la misma vez te pedí disculpas, fui muy exagerado. Cuando me pediste disculpas tenías los ojos rojos y las mejillas mojadas, eso me rompió él corazón. Verte llorar es una de las peores cosas que podría ver.

Me diste un fuerte abrazo, que no duró poco. Son esos abrazos los que me dan esperanza de que nuestra relación no es la peor. Nuestra relación es como las de todas, tiene altibajos, peleamos y nos reconciliamos. Es como si fuéramos una pareja, pero a diferencia de ellas, nuestra relación y nuestro amor perdurará por siempre.

Después de todas las disculpas y eso, dijiste que ibas a cenar con un señor que habías conocido en tu trabajo. Te ayudé a elegir el "vestido perfecto". O eso intenté, habían dos vestidos iguales, pero tú decías que no, bueno, contigo no se puede discutir.

Antes de que te fueras te había pedido que si podía ir a la casa de Paola. Me habías mirado extrañada. Verdad que no te había contado nada. Te di un beso en la mejilla y me fui caminando rápidamente a la casa de Paola.

Cuando llegué a la casa de Paola, la abracé, su ondulado y oscuro cabello me tapaba la cara, olía delicioso, a vainilla. Y se veía tan hermosa, tan perfecta, no lo puedo negar. Nos acomodamos en el sofá de su casa para ver una película de amor.
No le puse ningún cuidado a la película, todo el tiempo me la pasaba mirando a Paola, cada facción de su cara... Cada facción que la hace perfecta. Sus gruesas cejas, sus labios rosados, sus ojos achocolatados, sus pestañas... Mierda, era tan perfecta. Y entre miles de chicos, me eligió a mí. Siempre la amaré, con todo mi corazón hasta el día en que me muera, la amo tanto como te amo a ti.

Cuando se volteó a mirarme la miré fijamente a los ojos, es preciosa, es mía. Es mi chica.