Décimo sexto

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Mamá.

Cuando abrí la puerta te ví acostada en el piso, durmiendo. Te agarré y te llevé a tu habitación, te dejé en la cama y seguías durmiendo. Fui al baño y me miré en el espejo, tenía los ojos hinchados. Nunca antes había llorado demasiado, tampoco había sentido una presión tan fuerte en mi pecho. Luego de que me había duchado y arreglado decidí irme, no sabía a donde, pero definitivamente no me iba a quedar en esa casa. Terminé por decidirme a ir a un centro comercial. Supongo que no estaría mal, comprar algo de comer y quedarme en un banco esperando a que el tiempo pasara. No fui a donde mi novia, porque no quise molestarla. Suficiente tuvo con lo que pasó en el bar.

Cuando ya había llegado al centro comercial había hecho todo lo que acabé de escribir. Tal vez suene aburrido, pero será suficiente con no estar en la casa. No quiero problemas, ni discusiones, ni nada. Solo quiero estar solo comiéndome mis propias palabras y tener esperanza en que algún día, todo irá bien.

Todo andaba bien, hasta que sentí que una gota cae en mi mano derecha, bajé mi vista para ver qué era y lo vi, una gota de sangre. Me llevé las manos hacia la nariz y sentía cómo la sangre escurría. No sé como hice para pasar toda la multitud e ir al baño, pero eso no me había importado en ese momento. Me dirigí al sanitario de personas discapacitadas y comencé a vomitar ahí. Me dolía la garganta de tanto vomitar y no podía respirar bien, pero podía respirar al menos como para que el oxígeno llegara a mi cerebro. No me había importado ese dolor, ese dolor no son de esos que te dejan marcado, el dolor de lo que dijiste, sí.

De Hijo A MadreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora