De Hijo A Madre

Vigésimo octavo

Mamá.

Cada fragmento de mi alma estaba en el suelo, no podía creer lo que había escuchado. Todo es una farsa, una maldita farsa.

Antes de que Paola pudiera pronunciar una simple palabra salí de mi escondite, Melanie me vio con una sonrisa macabra, era el mismísimo Lucifer en persona. Pero Paola al voltearse se empalideció, sus ojos estaban abiertos igual que su boca. Las miré a ambas de mala gana. El celular me vibró y lo saqué. Al ver el mensaje supe que era el nuevo novio de Melanie, me envió una foto de ella desnuda, para que me encelara, pero ahora mismo, no me importó. Hasta que lo pensé mientras miraba la foto en mi celular. Puse una sonrisa sarcástica mientras las lágrimas caían por mis mejillas. Luego miré a Melanie, su sonrisa satánica se desvanecía poco a poco. Levanté él celular y le mostré la pantalla. Ella quedó horrorizada, tenía un miedo tremendo, ahora tengo poder en ella. Paola me miró y yo la miré, mi sonrisa se desvaneció por completo. Sus ojos estaban aguados. Pero hizo algo terrible. Más lágrimas caían de mi mejilla. Guardé el celular y salí de ese pasillo corriendo. Hasta que tú apareciste, pusiste una cara de preocupación mientras yo corría, pero para mi desgracia me caí. Paola venía corriendo también detrás de mí, con lágrimas también. Se iba a balancearse hacia mí para abrazarme, pero algo lo impide. O mejor dicho, alguien. Eras tú. La frenaste con las manos y la miraste mal, muy mal. Nunca antes había visto esa mirada tuya, es escalofriante. Esa mirada hacia Paola. Le dijiste que se fuera. Ella se negaba, pero tú insistías. Hasta que por fin se fue. Antes de que Paola saliera por la puerta principal del centro comercial me mira por última vez y se larga. Tú me mirabas, mientras yo recogía las rodillas para abrazarlas con mi brazo y ponerme a llorar. Hasta que sentí un calor conocido. Eras tú, me abrazabas con tus largos y suaves brazos.

A pesar de todo siempre has estado para mí. Te amo.