Vigésimo primero

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Mamá.

Después de todo eso de la terapia que hicimos me quise acostar contigo. Al día siguiente me desperté con una sonrisa, nunca antes había dormido tan cómodo. Pues claro, tu tienes la cama cómoda y yo la cama como un ladrillo. Te ví y seguías dormida, te ves tan hermosa durmiendo, es como si todo el ambiente se volviera armoniozo. Te di un beso en la frente y me arreglé para ir a una heladería, creo que después de toda la terapia me antojé de helado.

Me iba comiendo mi cono de chocolate mientras me dirigía al parque, cuando me había chocado con un chico y mi helado le cayó encima de su remera, me sentía apenado. Le intentaba limpiar la remera con mi servilleta, pero no se quitó por completo, agradecí a dios porque él no se había enojado, es más, le daba risa la situación y cómo yo limpiaba su remera. Me había disculpado, pero él dijo que no importaba. Lo invité a mi casa para que se limpiara, lo cual aceptó.

Cuando llegamos ya estabas arreglada, sentada en un sofá mientras tomabas tu té y veías televisión. Te paraste, te presentaste y le dijiste que se quitara la remera, que tú la lavabas, siempre eres tan generosa, una cualidad tan hermosa.

Le presté una de mis remeras al chico y se la puso. Él se presentó y yo lo hice también. Ahora sé que se llama Sebastián. Me senté en mi cama mientras él miraba atentamente mis posters de GTA y Mario Bross. Él quedó fascinado. Pues, resulta que a él también le encantan esos juegos. Nos la pasamos hablando sobre cosas inútiles. Es tan impresionante cómo en cuestión de minutos una persona se convierte en tu mejor amigo.

Todo iba bien, hasta que oímos un grito, la voz era tuya, mi corazón se aceleraba demasiado. Cuando Sebastián y yo salimos estabas en él sofá gritándole a la pantalla porque había muerto una paciente por quemaduras. Eres tan exagerada.
Pero aún así esas pequeñas cosas me hacen amarte, mamá. Te amo.

De Hijo A MadreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora