-Te contaré una historia que es la mitad cierta. Y quiero que razones acerca de que parte es verdad, y que parte es mentira- empezó mi tutor, sentado tras su escritorio. Me senté delante de él, recostandome en el asiento de cuero.
-¿Qué gano a cambio?- pregunté, alzando una ceja. Era nuestro pequeño juego. Siempre nos imponíamos retos, con recompensas para el ganador, y alguna que otra vez un castigo para el perdedor. Empezó cuando yo tenía siete años y él se convirtió en mi tutor legal, administrando mi entrada a casas de acogida. Era el día de mi cumpleaños, y me había regalado un puzle que hice junto a él. Poco después me retó a adivinar ciertos acertijos, con el incentivo de una onza de chocolate si acertaba todo. A medida que crecía, nuestra relación se fue estrechando hasta tal punto que ya le consideraba más padre que mi propio padre.
-Quién sabe ¿Solo estás interesado en la recompensa y no en como te voy a plantear la duda?- inquirió, alzando una ceja. Solté una carcajada.
-Vamos, sabes que siempre me han gustado tus acertijos- comenté- Llevas unos nueve años planteandolos- recordé. Me sonrió, cogiendo la pipa de su mesa para encenderla. Dio una calada tras prepararla, y me miró a los ojos.
-Es una historia que comienza en el año 1945. En ese momento yo tenía unos catorce años. Nací en 1931, así que en cierto modo, fuí testigo de la segunda guerra mundial- antesde que hubiese empezado a hablar, saqué una libreta y empecé a apuntar las fechas. El tenía actualmente cincuenta y seis años, y me sacaba unos cuarenta. Yo había nacido en el 71, mucho después de que acabara la guerra- Estados Unidos era un gran refugio, y al terminar con las Potencias del Eje, el presidente de esa época, elegido por el pueblo, fue Harry S. Truman. El pobre hombre se enfrentó a una situación muy cruda- asentí, apuntando las cosas- La Guerra Fría se avecinaba, y los que antes eran nuestro aliados, se convirtieron en nuestros enemigos- suspiró- En aquella época, los niños corríamos por las calles, y nuestros padres nos advertían sobre los peligros que podíamos encontrar en las calles- dio una nueva calada a su pipa y sonrió- Yo conocí a dos niños. Eran de mi edad, y vivían en mi barrio. Y nos encontrábamos a escondidas, porque en esa época- sonrió, divertido.
-¿En esa época?- alcé una ceja, confundido.
-Adam Marsh era afroamericano, y por otro lado, Yasha Korovin era ruso. Los tres eramos inseparables, y a pesar de lo que nos decían, seguíamos jugando juntos- sonrió, como si estuviera rememorando alguna travesura- Una vez, recuerdo que nos colamos en un cine del pueblo, para ver una película titulada El hombre lobo . Pero obviamente, con el escándalo nos pillaron y nos echaron del cine- explicó, riendo- Escapamos y nos ocultamos en el bosque, hasta que se hizo de noche y volvimos a nuestra casa- concluyó- Ahora bien...¿qué parte es cierta y qué parte es mentira?- preguntó.
-Creo que la cierta es la travesura. Lo ocurrido tras la segunda guerra mundial es conocido. Pero...no creo que te juntaras con un chico ruso y un afroamericano ¿no? Seguramente eran caucásicos- razoné- En esa época no eran muy tolerantes y...-
-Estás equivocado- abrí los ojos, sorprendido.
-¿Equivocado?-
-Yasha era ruso, si. Pero también era judío. Nació en Rusia y su familia se trasladó a Alemania. Obviamente, al ser judío fue perseguido, y sus padres y él huyeron a América. Consiguieron la nacionalidad americana y la gente obviaba que fueran rusos de nacimiento. Adam, por su lado, había vivido en el barrio toda su vida, así que la gente no veía mal nuestra amistad-
-P-Pero habías dicho que os decían cosas por salir juntos- argumenté.
-Dije que a pesar de lo que nos decían, jugábamos juntos. Pero no por falta de tolerancia, si no por el peligro que representaba estar en la calle teniendo en cuenta la guerra que se cernía sobre nosotros- me miró sobre sus gafas de montura fina- No debes juzgar a un libro por su portada, Jonathan- comentó, severo- La gente más maravillosa se oculta donde menos te lo esperas. No importa de donde venga, siempre que encuentres en dicha persona a alguien en quien confiar- me quedé en silencio, asimilando sus palabras.
-¿Que fué de ellos?-
-¿De Yasha y Adam?-
-Sí...¿qué pasó con ellos?-
-Seguimos en contacto. Y creo que ya estas listo para conocerlo- aseguró, con una sonrisa. Le devolví el gesto, cuando me percaté de algo.
-¿Que parte era mentira?- sonrió ante mi pregunta.
-La película que vimos fue La mansión de Drácula. La película que dije fue estrenada en el año 41, por lo que ya no estaba disponible en el cine- contestó, apagando su pipa, mientras me dejaba sin palabras.
Jonathan Strider, 16 años