-¿Por qué es qué me dejó con vida?- aquella pregunta tomó por sorpresa a Hendriksen. Levantó la vista del vaso que estaba secando y alzó una ceja.
-¿A qué te refieres?- preguntó, confundido.
-Aquél día, cuando fui testigo de lo que hicieron al Gran Caballero Sagrado Zaratras, usted...Usted usó un conjuro sobre mi, e hizo que perdiera el conocimiento- Runne suspiró, frotándose un brazo- Podría haberme matado, pero a pesar de todo, me dejó con vida. Llevo...llevo todo este tiempo preguntándomelo, y ahora...ahora que está frente a mi, he sentido la necesidad de decirlo- bajó la mirada, sin saber que más decir. Muchas cosas pugnaban por salir, pero quiso mantenerlas ocultas.
-No hay razón para ello, Runne- respondió. Se obligó a mirarle a los ojos.
-¿N-No hay r-razón para ello?- repitió.
-Simplemente pensé que no era necesario matarte. Eras una niña, no eras una amenaza para nosotros. Nadie te habría creído si decías algo- aquellas palabras le sonaron a la joven. Eran las que le había dicho Merlín cuando escaparon.
-¿S-Solo era por eso?- una razón tan simple, tan nimia...¿no la había matado solo porque no era una amenaza?
-Si ¿Por qué lo preguntas?-
-...por nada- dejó la última mesa limpia y se acercó a la barra para dejar el paño- Yo ya he terminado, voy a dar un paseo- y sin que Hendriksen pudiera responder, Runne salió del local. El caballero miró confundido a la puerta del bar.
-No sabe leer el ambiente, ¿verdad, sir Hendriksen?- el aludido giró la cabeza para mirar a Arthur, que sonreía.
-¿Leer el ambiente?-
-Oh vamos. En los años que pasó en Camelot, Runne me hablaba maravillas de un druida que la ayudó a controlar su magia- explicó, sentándose en un taburete.
-¿H-Hablaba de mi?- quiso saber Hendriksen.
-Y a todas horas. Sobre todo cuando Merlín no estaba, porque a ella no le gustaba que le nombrara. Pero siempre se le iluminaba la mirada cuando hablaba de usted- explicó el monarca- Cuando me hice rey, quise organizar mi viaje a Liones por dos razones. Ver al rey, y conocerle a usted. Quería saber como era la persona que hacía suspirar así a mi amiga- el chico le guiño un ojo, y el mago sintió como su corazón daba un vuelco.
-E-Ella...es muy joven- suspiró Hendricksen, bajando la mirada.
-¿Acaso la edad importa? Meliodas tiene...¿cuántos? ¿Mas de treinta años?- el otro asintió- Y la princesa Elizabeth tiene unos dieciséis, pero...ella está enamorada de él ¿no? Runne tiene veintiuno, si no recuerdo mal. No creo que la diferencia entre los dos sea tan grande-
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-Runne- la chica se sobresaltó al escuchar su nombre, y al ver quién la llamaba, se restregó los ojos llorosos.
-¿N-Necesita algo, sir Hendriksen?- preguntó, desviando la mirada.
-Runne...respecto a lo que dije antes...- la chica negó al escucharle.
-No tiene que decir nada. Era una niña, inexperta en la magia, incapaz de hacer algo contra ustedes- se levantó, sin mirarle- No hace falta que me diga más, me ha quedado más que claro- Runne se mordió el labio, obligándose a no llorar. Sus sentimientos se enredaban cada vez más, incapaz de aceptar los que tenía por aquél hombre...¿Era respeto? ¿Miedo pero a la vez fascinación? ¿O era otra cosa? Cada vez que Hendriksen se encontraba cerca suyo, el corazón le latía con fuerza, y alguna vez sentía que temblaba.
-Runne...-
-Por favor...sir Hendriksen, déjeme sola. Y-Yo...- se levantó, sin mirarle, y suspiró- Y-Yo necesito estar sola- hizo el ademán de marcharse, pero sintió como alguien la abrazaba. Lejos de hacer caso a la joven, el druida se había acercado a ella, tomándola entre sus brazos.
-Lo que dije antes es...es mi respuesta automática. Es lo que le dije a Dreyfus aquél día, y lo que llevo diciéndole todos estos años- comenzó- N-No me entiendo. Al menos, no cuando tú estás cerca de mí, Runne. Eres brillante, y haces que me sienta bien conmigo mismo a pesar de todo lo malo que he hecho. Porque me has perdonado. Siempre lo has hecho. Y me siento afortunado de poder ver tu sonrisa, o de saber que puedo contar contigo- todos aquellos sentimientos que llevaba años desarrollando estaban descontrolados. Le era imposible detener su confesión- Runne. No te maté aquél día porque no me podía permitir perder una vida tan valiosa para mi- se soltó, muy a su pesar, e hizo que la chica se diera la vuelta para mirarla a los ojos- Porque tanto ahora, como en esa época, me importas, Runne- ella sintió como sus ojos se plagaban de lágrimas, incapaz de creer sus palabra. Se deslizaron por sus mejillas, y se tapó la cara, queriendo evitar que la viera. Hendriksen sonrió, y tomó el rostro de Runne entre sus manos. Con los pulgares, retiró las lágrimas que aún caían.
-¿E-Estás diciendo la verdad?- preguntó, con la voz tomada, y tratándole de tú.
-Estoy diciendo la verdad- besó su frente- No quiero mentirte. Ya no más- besó su mejilla, bebiendo las lágrimas- Porque te quiero, Runne- la miró a los ojos, y ella miró los suyos. La chica sonrió a duras penas, entre las lágrimas que aún caían, esta vez por felicidad.
-Te creo...- murmuró, apoyando se frente en el pecho de Hendriksen...
Runne, 21 años, Nanatsu no Taizai