-Maestra, tengo algo que contarte...- murmuró. Merlín se giró a mirarla, sus ojos dorados destilando curiosidad.
-¿Ocurre algo Runne?- preguntó, esbozando una sonrisa tranquilizadora. La niña bajo la vista, avergonzada.
Merlín le había dicho muchas veces que no saliera del castillo donde vivía con el resto de los Siete Pecados. La primera vez que los conoció no había salido de la construcción, acatando las normas de su maestra y salvadora. Recorriendo los pasadizos subterráneos se encontró con ellos.
Eran tres chicos, y en un primer momento no les prestó mucha atención. Pero cuando uno de ellos se echó a llorar, no había podido evitar acercarse flotando a ellos.
-¿Necesitáis ayuda?- había preguntado, posandose en el suelo. La cara de sorpresa de los tres la desconcertó- Estáis perdidos ¿verdad?- inclinó la cabeza, esbozando una sonrisa radiante.
-S-Si- el único capaz de contestarle había sido el que estaba a la derecha, de cabellera rosada- Queríamos...queríamos ver al señor Meliodas- explicó- Y quisimos darle una sorpresa y entrar por aquí, pero...- suspiró.
-¡Yo os puedo llevar!- aseguró, alegre de poder encontrarse con gente más allá de los Siete Pecados- Soy Runne- se presentó.
-Gilthunder, encantado- respondió el de cabello rosado.
-Hauzer, un placer- dijo el de la izquierda, un chico rubio de ojos vivarachos.
-G-Griamore- comentó el último, secándose las lágrimas. Runne sonrió, y se elevó tras coger la lámpara de aceite que los chicos habian dejado en el suelo.
-¡Vamos! ¡Os guiaré!- exclamó.
Tras ello había llegado con ellos a un acuerdo. Se encontrarían cada dia en la entrada de los subterráneos, y los recorrerían desde el principio hasta el final. Tras unos meses siguiendo ese plan, los chicos la convencieron de que abandonara el castillo.
Había pasado un año y medio encerrada, y se sintió pletórica al abandonar la construcción y correr por la capital en compañía de sus amigos. Había visto en persona a los ayudantes del Gran Caballero Sagrado Zaratras, Dreyfus y Hendrikson. Habia coincidido con las princesas del castillo, con las cuales tuvo un trato muy amistoso. Incluso había asistido a un entrenamiento del caballero sagrado Hendrikson, con quién charló de su naturaleza de druida.
Se había alegrado muchísimo al ver que no era la única persona con esa magia, y Hendrikson fue muy amable con ella. Pero todas esas reuniones con sus amigos y el caballero fueron cuando sus salvadores estaban fuera del reino, y había estado así durante otro año y medio. Ya llevaba tres años allí. Le quedaba poco para cumplir los nueve. Runne suspiró.
-Y-Yo...he estado saliendo del castillo a escondidas, maestra- susurró- Hace un tiempo conocí en los pasadizos subterráneos a tres chicos. Me hice amiga suya y...- se calló al ver la mano alzada de Merlín, y volvió a baja la mirada. Había metido la pata por completo. Pero cuando sintió los brazos de Merlín rodeandola, se sorprendió.
-Has tardado menos de lo que creía ¿eh?- dijo, riendo- Hendrikson ya me había dicho algo de que una pequeña y prometedora maga le visitaba- le guiñó un ojo- Y bueno, si estás en manos de Hendrikson estarás bien. Y ese trío de alcornoques...bueno, el pequeño Gill es bastante maduro para su edad, pero los otros dos son unos alcornoques- aseguró- Y necesitarán tu ingenio y tu cabeza para que no se metan en líos-
-¿N-No está enfadada conmigo, maestra?- preguntó, sintiendo como sus ojos se llenaban de lágrimas.
-¡Claro que no tonta!- Merlín se echó a reír, acariciando su cabeza- Te dije que no salieras del castillo porque quería que te acostumbraras a nosotros, y que controlaras tus podere- explicó- Pero por lo que veo no necesitabas tanto tiempo- le secó las lágrimas- No me voy a enfadar contigo por esta tontería Runne- la volvió a abrazar, con cariño- Eres mi discípula, y quiero lo mejor para tí-
Aún cuando Merlín había secado sus lágrimas, Runne volvió a llorar, abrazándose a su maestra...
Runne, 9 años, Nanatsu no Taizai