Día 11 [Claude]

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¿Sabías qué el mar es azul por un reflejo del cielo?

Esa fue una de las primeras lecciones que me dio mi padre, y quizás fue una de las más inocentes.

Salvatore Genovesse no era un santo, todos sus conocidos y amigos lo saben, y quizás el hecho de que me criara él, sin ninguna mujer que suavizara su carácter, hizo que fuera como soy hoy.

Mi padre era un hombre bastante cariñoso conmigo. Yo era, por así decirlo, la niña de sus ojos, su pequeño pajarito. Siempre que podía consentirme, lo hacía, y yo era bastante feliz viviendo junto a él.

Recuerdo que antes de mi nacimiento, papá trabajaba en la mafia. Y era bastante reconocido, porque aún después de su retiro, le pedían ayuda para ciertos negocios. Al principio no quería que yo le acompañara a esa clase de cosas. Pero en cierto momento le pedí que me llevara, por lo que desde niña aprendí lo que otros llamaban el negocio familiar.

Crecí entre armas y dinero, algo consentida por ese hombre de manos grandes y olor a naranja y canela que era mi padre. Recuerdo su sonrisa, y sus ojos. Como esos ojos me miraron con orgullo la primera vez que me metí en problemas en el colegio.

Yo tendria quince años, y una discusión con chicas de cursos mayores llegó a las manos. Con un ojo morado, y un labio partido. Así fue como me encontré a mi padre aquél día. Se puso furioso al pensar que alguien se había atrevido a ponerme un dedo encima. Pero al decirle que había ganado, y que ya no se atreverían a acercarse a mí, se mostró orgulloso, me abrazó, y me dió mi primer vaso de bourbon. El alcohol me quemó la garganta, pero me sentí inmensamente querida por su mirada y su sonrisa.

Poco a poco fui tomando cartas en los negocios. Acompañaba a mi padre, e incluso alguna vez le ayudaba. Cuando me acercaba a los diecisiete años, empecé a manejar la economía familiar, y me adentré en el mundo de las finanzas sin apenas conocer nada.
. Equilibraba dicha tarea con las carreras de Economía y Administración de Empresas con Derecho, que saqué sin problema.

Nunca fuí mala estudiante, y saber que podía manejar más dinero del que ya teníamos me motivaba. A veces, mi padre no era capaz de realizar un trabajo, asi que yo aceptaba por él y me encargaba de cumplirlo. En esos cinco años de carrera maté a bastante gente. Pero  sabía como borrar mis huellas, y siempre quedaba impune ante los asesinatos.

Los conocimientos de mi padre pasaron a mí. Lecciones nada apropiadas, pero completamente necesarias para poder moverme entre los tiburones que me rodeaban. Invertí, game dinero, amasé una fortuna y empecé a ser reconocida por la gente.

Era inteligente, sabía salir airosa de todas las situaciones en las que me vi envuelta, y poco a poco conseguí que todos comieran de mi mano. De alguna forma, logré ponerme en lo más alto de aquella manada de carroñeros, y empecé a manipular todos los negocios que se extendian a lo largo y ancho de este país.

Mi padre me dio muchas lecciones. Algunas que no me servirían para nada. Otras que me han ayudado a posicionarme donde estoy hoy. Pero sin lugar a dudas, la que más atesoraré en mi corazón, será aquella pregunta tan simple.

¿Sabías que el mar es azul por un reflejo del cielo?

Claude Genovesse, 26 años

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