Si yo fuera invisible todo sería igual. Nadie sabría que falto, porque al fin y al cabo, soy como un elemento decorativo.
Algo que pasa desapercibido para todos, algo que si desapareciera, no tendría importancia. Procuro mantenerme siempre en la sombra, observando a mi alrededor, analizando a la gente que me rodea cada día.
Mi reflejo es el único que parece saber que existo. El oro y el jade es lo único que le diferencia de la plata que yo tengo. Y aún cuando somos dos gotas de agua, no podíamos ser más diferentes. Solo puede mirar por encima del hombro, cuando lo único que yo puedo mirar son las baldosas del suelo.
Si yo fuera invisible...quizás nunca hubiera podido ver sus ojos, y como estos me observaban de una forma que nadie lo había hecho. No me arrepiento de ser una sombra, si de esta forma vuelvo a ver esa profundidad azulada, que lejos de hundirme, me hizo flotar
Devin Shipley, El vuelo de la luciérnaga