El oficio que más admiro es el de mi jefe, y por ende, el mío.
Stephen es un hombre inteligente, más que otros de los farmacéuticos que trabajan en la empresa, y todos en el equipo le admiramos hasta el punto de acudir a él cuando nos surgen toda clase de dudas. Pero él solo confía en unos pocos, entre los cuales me encuentro.
Y somos nosotros, ese selecto grupo, los únicos capaces de dar una razón de peso ante nuestra admiración por Stephen. Sin él o sus ideas, ninguno estaría aquí hoy, y aunque por hacer aquello que nos ha confiado nos hayamos puesto al Gobierno de enemigo, ninguno de nosotros le echa la culpa.
Al fin y al cabo, detener La Locura es un objetivo lo bastante importante como para que arriesguemos nuestras vidas.
Gate O'Connor, 24 años, El vuelo de la luciérnaga