[Nota de la autora: Duggan y Ophelia son personajes que aparecen en el fanfic de Soul Eater de AndieVillar <3]
-Esta es mi familia- presentó, tragando saliva. Parecía incómoda. Esbocé mi mejor sonrisa y tendí una mano a su padre, un hombre alto y de fríos ojos.
-Encantado, señor Onasis. Mi nombre es Duggan Sirois. Es placer conocer al padre de mi compañera después de tanto tiempo- me presenté. Pero su gesto hizo que mi sonrisa muriera y bajé la mano, abochornado.
-Compañero...bien, entiendo- se giró a su hija, alzando una ceja- ¿Quién te ha dado permiso para teñirte el pelo de esa manera, Ophelia?- preguntó con un frío tono. Ella bajó la mirada, avergonzada.
-P-Pensé...pensé que me quedaría bien- murmuró. La risa despectiva del joven que estaba allí no pasó inadvertida. Era alto, con unos ojos similares a los de Ophelia, aunque mi amiga tenía una calidez que ninguno de los allí presentes parecía tener.
-¿Bien? Por favor, Ophelia- ella se revolvió, incómoda. No le gustaba su nombre, por ello yo siempre la llamaba Ophs o Doble O, debido a su apellido- Deberías usar el cerebro alguna vez ¿sabes? Has heredado la habilidad de padre, y deberías hacer honor a tu apellido- murmuró, con cierta altanería.
-L-Lo lamento. Cuando regresemos lo devolveré a su estado original- murmuró, derrotada. Quise intervenir, pero la sola mirada de Ophelia me detuvo.
-Bueno, Duggan...espero que mi hija no te haya dado ningún problema en las misiones- esta vez se trataba de su madre, una mujer de efímera belleza debido a sus gestos altaneros.
-Ophelia es una buena compañera- afirmé- Conocerla fue, sin atisbo de dudas, lo mejor que me ha pasado desde mi llegada a Death City- sentí la mirada de mi amiga, llena de gratitud.
-¿En serio? Vamos, debes admitir que es una inútil- se burló el hermano- Le costó más de lo normal transformarse en arma. El poder de nuestro padre tendría que haberlo heredado yo, y no ella- se sentó en el ancho sofá de cuero y miró a la chica con desprecio. Noté como su madre ocultaba la sonrisa tras su abanico, aunque el padre no tuvo esa decencia y la esbozó en contra de su hija.
-En eso tienes razón, Orwell- se dio la vuelta, para servirse en el mini bar un buen vaso de licor- Os podéis quedar el tiempo que necesitéis- dió un sorbo a su vaso- Ophelia, tiñete el pelo en cuando dejéis las cosas en la habitación. No pienso tolerar tu presencia en esta casa con...con ese color- dijo, con desagrado. Aquello fue demasiado, la gota que colmó el vaso. Fruncí el ceño, enlazando mi mano con la de mi amiga.
-Entonces, si nos disculpa, nos alojaremos en un hotel. En Shibusen tenemos muchas ventajas y nos ceden habitaciones libres sin tener que pagar, ya que lo cargan a la Academia. Aunque eso deben saberlo ¿no?- pregunté, irónico- Señores Onasis, que ustedes no sean capaces de ver lo maravillosa que es su hija, es problema suyo. Pero no la humillen porque quieran reflejar sus fracasos en ella ¿de acuerdo?- ver como los tres se quedaban estupefactos me reconfortó. Tiré de Ophelia y me coloqué la mochila que poco antes había dejado en el suelo- Vámonos- gruñí, cogiendo la suya con la mano que tenía libre, y dejando a su familia con la boca abierta.
Duggan Sirois, 17 años