9. Miguel.

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Ese mismo día me había ido con Alex y Cheeto a comprar algo, Rubén había decidido no venir con nosotros. Tampoco iba a obligarlo, seguramente iba a grabar.

La había pasado bien haciendo el gilipollas en la calle con mis amigos; pero no era lo mismo sin Rubén. Aunque adoraba pasar el tiempo con Alex y Cheeto, pasarla con Rubén era mejor. Teníamos bromas internas que no conocía nadie, solo nosotros; y adoraba eso.

Luego de comprar un par de cosas, regresé al departamento de Rubén. Pero solo me vinieron a recibir los gatos. Rubén no estaba en la cocina, ni en la sala, ni en la sala de entretenimiento. Pero cuando iba abrir la puerta de la habitación, escuché gemidos.

De dos personas.

—Joder—susurré mientras daba un paso atrás y suspiré.

¿De nuevo pasar por eso? ¿En serio?

Me senté en el sofá y me puse a ver la televisión, tratando de olvidarme de aquellos gemidos. Intentando fingir que él no se estaba follando a una cualquiera. Pero era imposible olvidarse de algo así. Empecé a subir el volumen del televisor para no escuchar los jodidos gemidos que estaba haciendo la chica con la que estaba follando. No quería saber nada de eso. Por eso en parte me fui. Por eso ya no quería volver a vivir con él.

Que tonto fui al creer que él había cambiado...

Que ingenuo, por dios.

Pasaron diez minutos y yo seguía en el sofá. No sé qué mierda hacía estando ahí. No merecía eso. No merecía su jodida mierda. No merecía nada.

Cuando decidí irme de ahí, la puerta de la habitación se abrió y vi a Rubén en calzoncillos. Trate que mis ojos se concentraran en los de él. En serio, lo intentaba.

—Hey—me saludó antes de entrar al baño.

Luego de la habitación salió una rubia, ya estaba vestida... y si, era como antes. Nunca paraba más de un día. Nunca la misma. ¿De qué le servía? Claramente... él era Rubius, podía tener a las que quisiera.

Me sonrió antes de irse.

Si pudiera le hubiera arrancado los ojos.

— ¿La viste?—dijo Rubén saliendo del baño—, era toda una belleza. Capaz la llame de nuevo.

—Me alegro por ti—dije, pero claramente se notaba la amargura en mi voz.

—Hey, ¿qué pasa?—dijo mientras se sentaba en el sofá.

—Nada, ¿qué va a pasar?

—Estas actuando raro—dijo mientras fruncía el ceño y cambiaba de canal—. ¿Sabes qué puedes contarme, no?

—Vale. Ya que no me queda otra... pues sí, me pasa algo. Estoy hasta la polla de esto—dije y me apoye en una pared.

— ¿De qué?

—De que no haya cambiado nada. Que tú no hayas cambiado. ¿Sabes por qué acepte irme a vivir por mi cuenta? Porque estaba hasta la polla de justamente escuchar tus malditos gemidos con otra persona... ¡y que no sea la misma! Estaba harto de tener que encerrarme en mi cuarto y...—llorar, eso era lo que hacía, eso era lo que me había hecho el maldito jodido de los mil cojones.

— ¿Y...?

—Y escucharte. Me tenía podrido.

—Pero no entiendo porque, Mangel—dijo mientras se levantaba y negaba con la cabeza—. Tú también puedes traer a una chica o... bueno, un chico, si es lo que quieres.

—No se trata de que si puedo o no traer a personas, se trata...

Me corté. No quería decirlo. No podía decirlo. No podía decirle que se trataba de él. Que aún me seguía doliendo como la primera vez. Que era mirarlo y... que duela, que duela como jamás habría dolido nada.

—No lo entiendo, Mangel...

—No tienes que entenderlo—dije mientras negaba con la cabeza—, solo que sepas que si no he vuelto a vivir contigo es por eso.

—Está bien—dijo mientras alzaba los hombros—. No traeré a nadie mientras estés aquí, ¿contento?

Pero no, no estaba contento porque aún quería decirle un par de cosas, pero sabía que si empezaba jamás iba a parar. Y además no me dejo contestar, porque después dijo:

—Voy a invitar a los chicos para hoy a la noche, ¿vale?

No me quedó otra que asentir, aunque no quería verlos, pero era su departamento. Él decía que hacer.

Sabía que si seguía acá, iba a terminar peor que la primera vez que vivía con él.

Uncover.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora