35. Rubén.

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Cuando terminé de arreglarme la camisa que me había puesto para la fiesta de cumpleaños de esta noche, escuché como tocaban el timbre.

Fruncí el ceño. ¿Tan temprano habían venido?

Mientras me arreglaba el cabello fui hacía la puerta mientras abría y me encontré con Mangel totalmente empapado, de cabeza a pies. Me dio una sonrisa de costado mientras bajaba la mirada hacía el mismo.

—Está lloviendo muy fuerte—fue la única razón que me dijo.

—Oye, viniste antes...

— ¿Acaso no puedo venir a ver a mi chico?

— ¿Ahora soy tu chico?

— ¿Tu quieres ser mi chico?

Asentí mientras cogía su mano y hacía que entrara en el departamento, antes de que sus manos descansaran en mi cadera y me acercara a él.

— ¿Quieres que te de la camiseta? Te vas a resfriar si continúas así...

Él simplemente negaba con la cabeza mientras acercaba su boca a la mía, rozándola con sus labios hasta que nos fundimos en un cálido y suave beso. Le agarré de la nuca mientras apretaba más sus labios contra mí y él me puso apretó contra una pared, dónde solo podía sentir su cuerpo contra el mío, mientras ambos ya íbamos respirando forzosamente y rápido.

—Te estoy mojando todo—dijo sobre mis labios e intentó sacar sus manos, pero lo apreté más contra mí mientras mordía su labio inferior.

—No me importa—susurré de vuelta—, total... me voy a mojar cuando salgamos.

Puse mis manos sobre su camiseta empapada, dónde podía sentir sus brazos duros mientras me apretaba contra él, como si yo fuera algo que en cualquier momento caería y él era lo único que me sostenía.

Empecé a sacarle el abrigo cuando se detuvo y me miro con sus ojos oscuros.

—Tengo algo para ti...

—Mangel, no hace falta. Tú eres el mejor regalo que me ha tocado desde los dieciséis—confesé, sintiendo mis mejillas un poco rojas.

Mangel sonrió mientras se mordía el labio.

—Eres tan adorable—dijo mientras estiraba una mano y me acariciaba la mejilla, ladee la cabeza hacía ella y sonreí en respuesta—. No es mucho pero...—con su mano libre, busco adentró del abrigo, un sobre—, me alegró que este abrigo sea impermeable sino ya me cortaría los huevos—murmuró mientras sonreía y me entregaba el sobre.

Con dedos temblorosos lo tomé y fruncí el ceño mientras lo abría.

—Son dos boletos de avión—dijo mientras sonreía—, para cualquier fecha, cualquier lugar, para cuando quieras... escapar.

Lo miré, sus ojos oscuros emitían un brillo especial que solo era frecuente en él, su sonrisa curvada... tan perfecta.

— ¿Dos? ¿Para ti y para mí?

—Para quien tú quieras—dijo mientras se mordía el labio—, me halaga que me incluyas en tus planes—suspiro—. Lo otro es una carta, pero... no la puedes leer hasta... hasta que no quieras escapar, Rubén.

Asentí mientras dejaba el sobre en el bar y fui a rodearlo con mis brazos, mientras los suyos me rodearon mi cintura.

—Gracias—murmuré mientras le daba un beso en la mejilla—. Pero, tú... eres el mejor regalo.

El simplemente sonrió mientras sus brazos me apretaban más contra sí y apoyó su frente con la mía.

—Rubén... eres perfecto.

Le iba a responder cuando escuché de nuevo el timbre y supuse que ahora sí eran mis amigos. Mangel fue a mirar por la pantalla para ver quiénes eran mientras yo buscaba mi abrigo.

Efectivamente, eran nuestros amigos. Bajamos cogidos de la mano por el ascensor, apenas salimos nos tuvimos que soltar por si lo notaban.

—Hey, tío—Alex me saludo mientras me daba un abrazo—. ¿Qué se siente saber que pronto tendrás veintiséis?

—Una jodida mierda, Alex—le admití mientras reprimía una sonrisa.

Vi a Mangel hablando con Maximus y Alvaro mientras sonreía. Aún así podía sentir su mirada oscura sobre mí a veces, como viendo si yo lo miraba, y cada vez que cruzábamos miradas, ninguno de los dos podía evitar sonreír.

Estaba tan enamorado de éste jodido cabrón... que ni siquiera me percaté cuándo fue. Solo sabía que un día estaba perdido por él, que solo quería besar sus labios, que solo quería verlo a él...

Todos nos dirigimos a un bar que estaba cerca de mi casa, dónde también tenían pista de baile. Mangel se sentó a mi lado y no sacaba su mano de mi muslo mientras hablábamos lo más normal con nuestros amigos, en un momento puso su brazo en mi hombro y sonrió cuando no me alejé. Creo que ya estaban acostumbrados a vernos así que no nos dijeron nada.

Luego de comer, nos dirigimos a la pista de baile, dónde nos pusimos como unos putos locos y no pude evitar pensar en la noche que había bailado con Mangel, provocándolo y por la mirada picara que me daba podía adivinar que él también pensaba en esa noche.

Se me acercó un chico y empezó a bailar frente a mí mientras me agarraba la mano para que lo siga pero simplemente negué con la cabeza, hasta que sentí una mano en mi cintura y cuando alcé los ojos allí se encontraba Mangel mirando con ojos serios aquel chico. El chico miro a Mangel y simplemente se encogió de hombros mientras se alejaba.

—Gracias—murmuré contra su oreja mientras le daba un beso en la mejilla.

Él simplemente me guiño el ojo antes de soltarme.

Seguimos bailando hasta que me cansé y me senté en un sillón, a los diez minutos pude ver como Mangel se sentaba a mi lado.

— ¿Te cansaste?—le pregunté mientras notaba como se lamía los labios antes de volver sus ojos oscuros a mí y hacer esa sonrisa tan encantadora que tenía.

—No.

— ¿Y entonces?

—Rubén—dijo mientras pasaba un brazo por mis hombros—, ya es trece. Feliz cumple, cariño.

Empecé a parpadear mientras lo miraba y saqué mi celular para ver la hora. Era cierto. Ya era trece de febrero.

—Gracias... mi amor—le susurré mientras le daba un beso en la comisura del labio.

Continuamos bailando mientras recibía felicitaciones de mis amigos. Por lo menos este cumple había salido perfecto.

Todo lo que necesitaba era a mis amigos y a Mangel.

En especial a Mangel.

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