1. Miguel.

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No se que estaba pensando cuando empecé a golpearlo.
No se que estaba pensando ahora mismo.
Supongo que solo un nombre en mente.
Rubén.
Era todo lo que pensaba mientras golpeaba a un chico moreno, alto y con el cabello rapado.
—Si la próxima vez—dije—, vuelves a molestar a mi amigo, vas a ir directamente al hospital.
Me separe de él, arrojándolo contra una pared y me dispuse a darme vuelta para irme de ahí.
Yo también estaba lastimado, así que tenía que ir a curarme las heridas antes que mi mejor amigo las vea.
Era una tarde lluviosa y de invierno en Madrid. Una tarde donde estaría genial estar en tu casa, tomando una cerveza y jugando a un videojuego. Pero en cambio, estaba empapado, con el labio sangrando y un corte en la ceja.
Claramente, Rubén no sabía que yo había ido a buscar al estúpido de Kevin para darle una lección de que con mis amigos no se mete nadie.
Kevin era un chico que conocíamos, o eso creíamos. Había utilizado a Rubén para que le de algunos billetes para unas jodidas drogas de mierda.
Si el estúpido quería droga, que lo gaste con su dinero. No robando a alguien que confiaba en ti.
Y lo que más me había enojado era que Rubén no había hecho nada.
Solamente había dicho:
—Ya estoy acostumbrado, Mangel. No es la primera vez.
Y ni aunque fuera la primera ni la última iba a dejar que estafaran así a mi mejor amigo de casi diez años.

Llegue a casa. Me quite mi gran abrigo y lo deje en una silla mientras iba a la cocina a buscar una cerveza.
No caí que alguien estaba sentado en mi sofá. En la sala.
—¿Cuando me ibas a decir que le rompiste la cara a Kevin?—al escuchar la voz conocida, fui directamente a la sala donde se encontraba un muchacho con el cabello marrón claro, ojos verdes y una sonrisa picara—. ¿Y? ¿Me vas a contestar?
—Después de curar la mía—le respondí mientras abría mi cerveza y le daba un trago.
No necesitaba preguntarle que hacia ahí. Él tenia una copia de la llave de mi casa así como yo la suya.
—¿Al menos lo dejaste peor de lo que estas tu?
—Créeme, no va a poder mover su trasero por días—me senté a su lado y me arrebató mi cerveza de mi mano, dándole un trago rápido—. Si querías una cerveza hubieras ido a la heladera y te hubieras traído una.
—No quería una cerveza—respondió mientras le daba otro trago—, quería tu cerveza.
Gire los ojos mientras me tocaba el labio lastimado. Joder, dolía. Pero esperaba que al otro cabrón le doliera más.
—A ver—dijo mi amigo mientras se acercaba a mi, dejó la cerveza en la mesa pequeña de la sala y agarro mi mentón con una mano mientras examinaba con sus ojos verdes mi labio.
Me pase la lengua por ellos y sentí el sabor a sangre.
—No hagas eso otra vez o tendré que besarte—dijo bromeando. Después se puso más serio—. Eres un idiota. No tenías que ir a pegarle a Kevin...
—Se lo merecía—gruñí cuando me tocó la ceja cortada con su dedo.
—Si, se lo merecía. Pero tu sabes como son los de su tipo. Va a buscar venganza y lo sabes.
—¿Acaso estas preocupado por mi?
Sus ojos verdes miraron los míos. Oscuros.
—Claro que si. Eres mi mejor amigo, capullo.
Luego de eso nos quedamos viendo una película hasta que se tuvo que ir a su casa.
Y yo odiaba el silencio de la mía.




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