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Luego de esa charla, que Mangel se descargara llorando por lo que le había pasado, Rubén lo abrazaba fuerte.

Y ambos sabían que no estaba bien aprovecharse del momento ya que los dos necesitaban pensar con claridad, pero quizás con las ansias que tenían de estar juntos, no les importaba.

Y Mangel, sin pensarlo dos veces, agarró a Rubén de los hombros y lo beso. Era un beso urgente, quizás por todo lo que habían estado separados, un beso caliente, húmedo, todo lo que venían queriendo desde que se separaron.

Las manos de Mangel se pasearon de sus hombros a su cadera y de un solo jalón lo subió a sus piernas, un jadeo salió de la boca del castaño, una sonrisa fugaz cruzó por la boca del pelinegro y hundió su cara en el cuello del contrario, oliéndolo, cuanto había añorado ese olor, ese sabor.

Pronto los besos y lamidas se hicieron presentes, sus manos apretaban fuerte la estrecha cadera de Rubén, haciéndole sentir aquella necesidad y vaya que el castaño la sentía, él también se encontraba demostrándolo, tirando del cabello negro de su amado y mordiendo sus labios en un intento vago de callar sus grititos. Mangel descuidadamente levantó a Rubén de su regazo, se puso de pie y empezó a desvestirse con prisa, Rubén soltó una risita al verlo tropezar por su pantalón. Era un gilipollas, pero era su gilipollas y lo amaba. Tenía una sonrisa burlona en su rostro hasta que Miguel Ángel se irguió, su mirada inevitablemente bajó a aquella prominente erección y sintió que sus pantalones, de repente le apretaban más. Tragó saliva, tenía unas ganas de probarle, entero. Comerlo. Pero Mangel no le dio tiempo de hacer algo, empezó a tocarlo nuevamente, tomando sus labios con urgencia. Mordiéndole suavemente. Miguel Ángel levantó de un tirón la camisa de Rubén y la mandó a tomar por culo para atacar sus pezones y chuparlos, pero subió nuevamente a esa zona que quería marcar, el cuello, quería que todo el mundo viera que esta hermosa criatura de piel de porcelana tenía dueño y uno muy posesivo.

Rubén apenas podía pensar, no podía controlar lo que salía de su boca, su cuerpo y el placer habían tomado el control, enterraba las uñas en los brazos del pelinegro al sentirlo morder fuertemente su cuello, reprimía todo lo que podía sus gemidos... pero es que no podía, el calor bullía dentro de él... iba a explotar. Sin poder aguantar más Rubén desabrochó sus pantalones y se los sacó apurado mientras Miguel lo marcaba. Rubén trató de dirigirse de nuevo al sofá pero se tropezó con sus ropas tiradas en el suelo, junto con Miguel golpearon el piso, la risa de Mangel le hizo reír también, no habían sentido dolor. Como si nada hubiera pasado, las risas acallaron y siguieron con lo suyo en el suelo. Caricias iban, besos venían.

—Hazlo ya... Ma-Mangel... —Soltó Rubén junto con un gemido al sentir al pelinegro arrancarle la ropa interior.

Lo escuchó gruñir mientras levantaba la cabeza de su cuello para mirarlo a los ojos mientras se acomodaba entre sus piernas, el rostro de Rubén estaba totalmente rojo, el cabello se pegaba en su frente por la fina capa de sudor que le cubría, tenía su boca entre abierta al igual que sus ojos y para Mangel no había una mejor vista que esta. Tener al castaño de ojos verdes jadeando por él, jadeando y pidiendo sentirlo era la mejor sensación del mundo.

Sin pensarlo dos veces tomó las caderas del castaño... y entro de forma lenta y tortuosa. Sin darse cuenta había cerrado los ojos mientras embestía lentamente pero firme a la vez a Rubén, este no paraba de soltar pequeños quejidos que a Mangel parecían incitarle a hacerlo más rápido pues luego de dos gemidos altos y claros del castaño este había empezado un vaivén salvaje y rápido. Su miembro sentía la presión de Rubén cuando llegaba a lo más profundo de su ser. Rubén parecía volverse loco cada vez que el pelinegro gruñía por sentirse dentro de él.

No podía abrir sus ojos, aquel doloroso placer lo estaba engullendo vivo... pronto iba a estallar y de alguna forma sabía que el pelinegro no lo haría pronto. Su garganta parecía haberse bloqueado cuando el pelinegro había llegado a tocar algo en el castaño que lo había llevado al límite. Este enterró las uñas en los hombros de Miguel Ángel, arqueándose por el inmenso placer que lo había golpeado para por fin estallar en mil pedazos. Su semen salió disparado en medio de sus cuerpos, pequeñas convulsiones placenteras le hicieron retorcerse. Pero Mangel aún no acababa... empezó a embestirlo de forma más bestial y más rápida si fuera eso posible, gruñía cada vez más alto y salían gemidos mientras sentía que se acercaba a su límite, el cuerpo del castaño inevitablemente reaccionó al cúmulo de estímulos que le estaba proporcionando el pelinegro volviendo a sentir el calor que lo consumía una vez más. Su polla nuevamente se endurecía, con la fricción húmeda de sus cuerpos. Rubén soltó un gemido más parecido a un sollozo pues había llegado a un punto que no sabía que existía, uno al cual no sabía que él podría llegar. El pelinegro empezó a murmurar su nombre seguido de un montón de insultos, había perdido toda la poca cordura que le quedaba al escuchar los gemidos que soltaba Rubén mientras este daba sus más fuertes embestidas. Liberó una de sus manos de las caderas de Rubén para sostenerse poniéndola en el piso mientras Rubén enrollaba sus piernas en sus caderas haciendo que Mangel ya no aguantara más, dio un par de embestidas más y gimió mientras dejaba su esencia dentro de Rubén y este terminaba por segunda vez junto con él con un gemido desgarrador.

El cuerpo de Mangel cayó encima de Rubén mientras le costaba respirar al igual que al castaño, se acomodó a un lado de este mientras se sentía más que cansado, sus ojos parecían pesar una tonelada y su cuerpo no tenía las fuerzas suficientes para levantarse del piso del living. Nada parecía real... había tocado el cielo, el infierno y todo a la vez. Si el paraíso existe no hay duda que lo he encontrado justo aquí. Decía internamente mientras sentía murmullos lejanos susurrarle algo que le lleno de una cálida sensación, las lágrimas se hicieron presentes y pronto se vio sollozando como un pequeño niño, casi inaudible era su llanto de alegría. No podía responder a aquello, se sentía adormilado pero inmensamente feliz, su energía y garganta no daban para más. Así que sin palabras pudo demostrar su amor, atrayendo a Rubén, aún más cerca. Habían pasado por tanto. Lo quería, lo necesitaba tan cerca como le fuera posible, necesitaba fundirse en su olor, en su esencia y amor.

—Mangel... te amo, te amo... ya no llores más mi amor, yo te amo. —Susurraba el ojiverde, igualmente sintiendo que lágrimas bañaban sus mejillas. Amaba tanto al hombre que lo tenía abrazado que sentía tanto y entendía tan poco de aquellos sentimientos que le cubrían, como un fino manto, haciéndole sollozar suavecito, hasta cerrar sus ojitos en el sueño más reconfortante que había tenido en su vida.


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Este fantástico lemmon, es gracias a Angie (AnngieGarzon), que me ha ayudado, ya que soy pesima con los lemmons y ella me hizo el favor de hacerlo por mi. La verdad que es perfecto, lo amo. 

Y la amo a ella. Una gran amiga, ojo, es mía ahre ya venía posesiva. <3

Uncover.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora