Capítulo 2

72 6 2
                                    

La cortina de mi izquierda se abre de golpe, asustándome. Y grito, y él también grita.

Me fijo en Blai, sus brazos musculados como los chicos de tercera etapa, un metro setenta, nariz perfecta, sonrisa perfecta... Pero no, no es nada perfecto, sus ojos naranjas y su pelo del mismo color lo estropean todo.

La doctora viene hacia nosotros al oír nuestros gritos, y contiene el que a punto ha estado de escapársele de la boca.

– ¿Qué nos ha pasado? –Blai reacciona antes que yo. Sigo en shock, y el miedo que tenía antes de entrar, no es nada comparado con lo que siento ahora. Soy extraña, soy diferente–. ¿Porque somos raros? –formula al no haber obtenido respuesta. Cada vez está más alterado, y no es para menos.

– No lo sé, no lo sé –nos está mintiendo, lo veo en su mirada, aunque se supone que no se pueden decir mentiras en La Niebla.

Es fácil mentir cuando no es a ti a quien te afecta, ella tiene los ojos amarillos como debe ser en la 4ª etapa, y su pelo también es del mismo color. No es de color naranja ella, no es ella la extraña con un futuro incierto.

– ¿Qué nos pasará? –es lo que más me preocupa en este momento, y lo digo, ya estoy harta de callarme las preguntas.

– No lo sé –vuelve a responder la doctora, esta vez sinceramente.

– No ha sido un sueño, ¿verdad? –otra pregunta del chico del pelo y los ojos naranjas–. De verdad me he despertado, el dolor era real. ¿A ti también te ha pasado? –se dirige a mí, pero ya sabe que la respuesta es que sí, por la forma en que lo miro. No habíamos hablado más que un par de veces en clase, pero, de repente, quiero estar con él, sentirme segura, porque ahora él es igual que yo. Lo que sea que suceda nos pasará a los dos.

– No os mováis de aquí –nos ordena la doctora, corre la cortina y oímos como sale de la habitación.

Primero me siento, abatida, y hundo la cara entre mis manos. No, no quiero llorar. Me vuelvo a levantar y me paro frente al espejo. Miro mi pelo, del color de las zanahorias, que se fabrican en algún lugar que desconozco, aunque las comidas con zanahoria están buenas. Me acerco y me miro fijamente los ojos, unos ojos que deberían ser del color de toda la gente de tercera etapa, de color verde como la hierba. Veo como empiezan a brillar y es porque se están humedeciendo, y una lágrima comienza a caer por mi mejilla, hasta quedar colgando en la barbilla unos segundos. La sigo con la mirada mientras se precipita contra el suelo, y luego la siguen más lágrimas que no puedo controlar.

– ¡No, no! –resopla Blai detrás mío–. ¡No llores, joder! ¿Es que no lo ves? No debemos parecer débiles. Esto es culpa suya, no nuestra, no nos podrán hacer nada, no tienen motivos. No me harán nada, no me pueden hacer nada –se repite–. ¡Para de llorar, carajos! Me estás poniendo nervioso.

Me ha molestado su comentario, ¿cómo me puede decir de esta manera tan insensible que no llore? Ni que lo quisiera, ni que me estuviera haciendo la víctima, tengo miedo, mucho miedo de lo que nos pueda pasar, sólo por el hecho de ser diferentes.

Pero supongo que debe de ser así como es él, egocéntrico. No hay nada que hacer, cada uno es como es, igual que yo soy miedosa. Todos tenemos nuestros defectos.

El tiempo transcurre como si nada mientras todos los sueños que alguna vez había imaginado se derriten esperando a que vuelva la doctora. Ya no encontraré a la pareja ideal, ya no puedo. El lema de lo importante es el interior se rompe. ¿Cómo podrá alguien seguirlo cuando soy diferente? Será imposible que se cumpla si seré el centro de atención, eso si no nos exterminan antes de que pudiéramos siquiera pensar en escapar.

MariposasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora