Cuando terminan las clases busco a Blai para hablar con él, pero se ha desvanecido entre la niebla que hoy se ha instalado por todas partes. Los días como hoy son los más peligrosos. A pesar de que la niebla de la frontera es más densa, es difícil distinguirla de la que nos rodea y es inofensiva. No ha vuelto nunca nadie de todos aquellos que alguna vez han intentado cruzar las fronteras.
Subo al ovalair y me dirijo a casa. Tal vez si voy rápido encontraré a Blai por el camino.
No tardo más de cinco minutos en llegar a mi calle. La calle de las mariposas. Aunque no sé qué son mariposas, pero me gusta como suena.
– Ma-ri-po-sas –susurro separando cada sílaba. Río, es bonito el nombre.
– ¡Ax!
Oigo a Dylan llamándome. Iba tan centrada en buscar a Blai que me había olvidado que ahora él vuelve a ir conmigo a clase. Que iremos de nuevo juntos a casa. Que sus padres y los míos son muy amigos. Que no me será nada fácil deshacerme de él.
– Yo podría enseñarte a ir de pie con el ovalair. Llamas demasiado la atención y no creo que sea bueno eso –es lo único que se le ocurre decirme después de todo lo de ayer. La ira me invade. ¿Cómo puede hacer como si nada? Como si todo siguiera igual que antes. Como si nada hubiera cambiado.
– Déjame en paz, Dylan. ¿No te has dado cuenta, que no quiero hablar contigo?
– Sí –responde despreocupado. De una manera tan despreocupada que me dan ganas de estrellarle la mano en la cara. Me reprimo. Me amonestaran si hago uso de la violencia, y los castigos no parecen muy agradables–. Pero yo sí lo quiero, por eso hablo contigo. ¿Sabes que te puede pasar si eres diferente?
Y de pronto pienso en que lo sabe, Dylan sabe que el color verde de mi cabello no es real. Que mis ojos naranjas están enmascarados con un plástico que los hace parecer verdes. Y tengo miedo. Miedo de lo que él dice. Miedo de que lo sepa y que me desenmascare delante de todos. Miedo de que me vuelva a traicionar y abandonar. O hacer que esta vez sea yo quien tenga que irse.
– Mientes –lo digo firme, segura de mí misma. O al menos eso intento que parezca. Él no puede saber que existe la posibilidad de que alguien sea defectuoso, extraño, diferente, imperfecto.
– No es mentira, Axia –y cuando pronuncia mi nombre completo se que, lo que dice, lo que sea que va a decir, es completamente cierto. Y tengo miedo de lo que dirá–. Eres diferente si vas sentada al ovalair y no de pie como cualquier persona de tercera etapa.
Un alivio se extiende por todo mi cuerpo. No lo sabe. Ni lo sabrá. Que soy diferente, que cuando salí del tubo mi cabello era de color naranja, al igual que mis ojos. Ni él ni nadie. Sólo lo sabrá Blai, el jefe del Centro de Cambios, la doctora y el médico que me puso lo de los ojos. Cuatro personas en una población total que nunca sobrepasa el millón.
– Yo podría enseñarte a ir de pie –sigue insistiendo.
Una parte de mí quiere pasar más tiempo con Dylan, y cree que esta es la oportunidad idónea. No puedo ser diferente también en eso. Ya lo soy demasiado.
– De acuerdo –acepto. Pero no estoy al cien por cien segura.
– Te paso a buscar por casa en un par de horas.
Y dicho esto, sabiendo que ha ganado, entra en la casa de enfrente de la mía.
– ¿A qué viene esa sonrisa en la cara? –pregunta mi madre cuando entro en casa. Está sentada en uno de los sofás.
¿Sonrisa? ¿Estoy sonriendo? Rompo a reír por lo absurdo de la situación.
Las dos horas pasan muy, muy lentas. Voy a la sala de entretenimientos y juego una partida de ajedrez individual. Gano.
ESTÁS LEYENDO
Mariposas
Novela JuvenilSiempre nos han dicho que la belleza está en el interior, que lo importante no es el físico. Hay un lugar donde eso se sigue al pie de la letra. En La Niebla todo el mundo es idéntico, todos están en igualdad de condiciones. Pero... ¿Qué pasaría si...