– Va, empecemos –anuncia Dylan–. Tranquila, te cogeré antes de que caigas.
– De acuerdo.
Dejo el ovalair que he cargado en brazos durante el trayecto y pongo un pie encima. El que aun toca el suelo lo pongo de puntillas antes de dar un pequeño salto para subirlo. Estoy encima del ovalair, con las piernas juntas, quizá un poco desplazada a la izquierda. Sé lo que pasará a continuación. Dylan también lo ve y rápidamente me coge antes de que caiga.
– Gracias –le agradezco unos segundos después de recuperarme del susto. Aunque no duela caerse, no deja de dar impresión ver cómo el suelo se te acerca a gran velocidad.
– Va, vuelve a intentarlo. ¿Pero sabes qué tienes que hacer? Separa más los pies, y pon uno un poco más adelante que el otro. Este primero será quien guiará. Es como cuando escribes, la cabeza va siempre ligeramente más avanzada que las manos que lo transmiten en letras y palabras –«comparaciones sobre la escritura que nunca he llegado a comprender», pienso riendo por dentro.
Hago lo que me dice. Él me da una mano para ayudarme a subir.
– ¿Ahora te dejaré ir poco a poco, de acuerdo?
Asiento y, cuando lo hace, consigo mantener el equilibrio sobre el ovalair. Bajo al suelo un minuto después, contenta por haberlo conseguido.
– ¡Eh! Que no has terminado, eh. Esto era fácil, ahora falta que te desplaces y aprendas a girar y a detenerte.
Cuando el cielo de La Niebla se empieza a oscurecer, decidimos dejarlo para otro día, comienza a refrescar un poco. He conseguido avanzar poco a poco sin caer y también a frenar con suavidad. Pero ir rápido no es mi fuerte. Dylan ha tenido que atraparme varias veces antes de que terminara en el suelo. Pero aun así tengo ganas de que sea mañana para volver a venir a practicar. Sólo practicando se aprende.
– Venga va, volvamos a casa. Sube –me indica.
– ¿Que suba? Pero si tú vas andando, vamos los dos a pie.
– Pues vamos los dos con el ovalair –dice. Lo miro sorprendida y cautelosa a la vez. ¿Por qué se comporta así? ¿Por qué intentar hacer ver que nada ha cambiado?– Vamos, no sería la primera vez, no dejaré que te caigas. Lo prometo.
Estoy demasiado cansada para oponerme. Subo al ovalair y luego él se sitúa detrás de mí. Se pone la correa en la muñeca del brazalete e indica dónde quiere ir.
El aparato empieza a moverse sin que preste atención y casi caigo, pero Dylan me abraza por la cintura y hace que el ovalair coja velocidad.
Me gustaría poder hacer esto yo sola, pero tendré que esperar a aprender. Aun así... tampoco me molestaría ir siempre con Dylan detrás.
¡En que piensas, Axia! Rio sola.
Vamos rápido, el viento en contra nuestro y mi pelo vuela hacia atrás, contra Dylan que lo aparta para ver. Enciende las luces del ovalair y el disco ovalado se ilumina por los lados. La gente ya está en sus casas, se ven las burbujas encendidas formando una imagen preciosa en la oscuridad. Me gustaría poder volar y verlo desde arriba. Esferas de luz esparcidas por todas partes. Debe ser muy bonito, pero un ovalair sólo sube hasta los dos metros del suelo.
Giramos por la calle de las mariposas cuando nos cruzamos con alguien que va andando y el ovalair hace un brusco movimiento y lo esquiva. Dylan me coge fuerte para que no me caiga y por suerte conseguimos mantener el equilibrio. Inconscientemente muevo los brazos atrás y me cojo a él apoyándome. Siento como sonríe.
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Mariposas
Teen FictionSiempre nos han dicho que la belleza está en el interior, que lo importante no es el físico. Hay un lugar donde eso se sigue al pie de la letra. En La Niebla todo el mundo es idéntico, todos están en igualdad de condiciones. Pero... ¿Qué pasaría si...