Capítulo 3

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Rápidamente mi corazón se acelera, hacía tanto tiempo que no escuchaba el nombre de Ax...

Hacía tanto que no hablaba con aquel chico de tercera etapa que viene hacia mí aumentando la velocidad del ovalair sobre el que viaja...

Se detiene de golpe con un control impresionante y baja con un salto elegante.

Pero me quedo mirándolo con desdén.

– He visto que caías –es lo primero que me dice. Ni un hola, ni cuánto tiempo, ni ninguna explicación.

– ¿Ahora te preocupas por mí? –respondo secamente, cogiendo mi ovalair del suelo y comenzando a andar hacia mi casa.

– Siempre lo he hecho –contesta parándome mientras me coge del brazo.

– Pues es genial tu manera de demostrarlo –sarcasmo puro. No hay cosa que de más rabia que una mentira cuando ya conoces la verdad.

– ¿Sabes la cantidad de noches que he estado en el alféizar de la ventana esperando a verte llegar a casa? ¿Sabes cuántas veces he preguntado por ti? No, Ax, no sabes nada...

– ¿Y tú? ¿Sabes, a caso, cuánto me has hecho sufrir? ¿Cuántas veces lloré sobre la almohada porque tú ya no estabas, porque ya no eras tú? Cuántas veces pregunté a ver si alguien sabía que te pasaba... ¿Y que obtuve como respuesta? Que nada, que eras el Dylan de siempre pero cambiado de etapa. Pero para mí era diferente, cambiaste de etapa y me abandonaste. ¡Incluso te fuiste de casa! Como si todos esos años juntos... riendo y pasándolo bien aunque fuera jugando a la pelota cuando estábamos en primera etapa, no hubieran significado absolutamente nada para ti... ¿Sabes el miedo que he pasado hoy en el Centro de Cambios? Porque confiaba en que estarías conmigo por mi segundo cambio, que tu ya lo habrías pasado y me podrías explicar más de lo que nadie dice. Pero no, no estabas allí. ¿A caso sabes cuánto tiempo he estado sola, sola ante tu ignorancia? No Dylan, quien no sabe nada eres tú.

– Ax escúchame... Lo hice por ti, cuando cambié de etapa, a ti aun te faltaban 1.286 días para cambiar también... Al principio no se nota mucho el efecto que causa el estar en la tercera, cuando me di cuenta de lo que me estaba pasando, de lo que me pasaba cuando estaba contigo... Tuve que dejar de relacionarme. Era lo mejor para mí, y lo mejor para ti.

– ¡Pero te quieres explicar! ¡No sé de qué me hablas si lo dices todo indirectamente para que me dé cuenta, pero no tengo ni idea! –estallo, ya no aguanto más.

– Es demasiado temprano aun, cuando suceda lo sabrás. Y estaré allí cuando pase, te lo prometo, esta vez de verdad. No debes tener miedo, ya vuelvo a estar contigo, ya puedo volver a estar contigo.

Y sin decir nada más, me abraza. Me abraza de una manera de la que nunca lo había hecho. O quizá soy yo, que ahora ya estoy en la tercera etapa. A lo mejor es que las cosas han cambiado en este tiempo.

Quizá es que hacía tanto que lo deseaba, que me rindo. Que me hizo daño, me hizo mucho daño. He estado mucho tiempo con un vacío dentro de mí sin posibilidad de llenarlo, pero la espera... Esta eterna espera ha hecho que, el momento de encontrarme de nuevo con Dylan, el momento de reconciliarnos, fuera especial.

Hundo la cara en su cuello y lo abrazo con fuerza, con miedo de volver a perderlo. Pero sé que no pasará, he visto la sinceridad en sus ojos verdes.

Cuando mis padres llegan a casa Dylan y yo charlamos animadamente en mi habitación, tumbados sobre la cama mirando el techo, mirando las nubes. Tenemos mucho que explicarnos, unos 1.200 días dan para bastante. Él me habla un poco sobre su normal cambio de etapa, yo ese día tenía clase.

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