Capítulo 11

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En el momento en que se había enterado de que Axia se había ido, pensaba que quizá era una simple discusión. Una de varias, pero se sentía culpable. Él sabía la verdad de por qué había tenido que dejarla. Él y nadie más. Le había dicho que había sido por amor, pero aquello sólo había sido uno de los motivos. El motivo que había utilizado una y otra vez dentro de su cabeza, para serenarse y convencerse de que era lo mejor. Pero nadie sabía el verdadero motivo. Ni lo sabrían nunca.

Bastantes días más tarde, cuando sus padres y toda la Calle de las Mariposas se preocupaban por la chica y el chico que habían huido, a pesar de todos los rumores acerca de que la pareja estaban enamorados, y habían escapado de casa para estar juntos. A pesar de que era una idea bastante razonable, la conocía bastante bien, a Axia. Y sabía que ella no haría eso. Sabía que su amiga no había escapado, que había algo detrás.

Y, mientras las horas pasaban y él seguía acostado en su cama mirando el cielo, cuánto más vueltas le daba, más perdía la esperanza creyendo que los rumores eran ciertos. Pero no quería creer que su Axia se hubiera enamorado de aquel chico.

El cielo iba cambiando de tonalidad. Primero las nubes eran blancas, más tarde se volvían de un color anaranjado para finalmente oscurecerse. Y fue entonces cuando entendió qué había pasado. O mejor dicho, qué había vuelto a pasar.

Cuando oscurece del todo, el chico del pelo verde saca una mochila del armario y la llena con todo lo que cree útil. Incluye también cosas que sabe bien que están prohibidas, tan prohibidas que no se pueden ni mencionar, y sale de casa.

Sabe dónde tiene que ir, sabe lo que va a buscar.

Escondiéndose entre las pocas sombras que algunos árboles proyectan con la luz de las casas de burbujas, consigue llegar a los límites de aquel lugar. A la temida niebla que tantos secretos esconde.

Rebusca en la bolsa hasta que encuentra una máscara, una máscara que robó a uno de los guardianes de la niebla mediante la fuerza bruta.

Se adentra en las nubes y su visión se vuelve borrosa. Pulsa un botón del lado derecho de la máscara y sigue avanzando. Está oscuro, y es complicado saber hacia dónde va. Pero sólo tiene que seguir adelante y vigilar que nadie lo vea.

Está a punto de llegar a los límites. Queda poco para llegar al otro lado. Pero entonces una mancha roja se dibuja a un lado de la máscara. Alguien se le acerca. La cámara térmica de la máscara que ha encendido al entrar lo detecta. No puede salir a respirar aire puro aun, esa persona se le acerca. Es un guardián, su máscara y la ropa le delata, no es ninguna persona que sin querer ha entrado allí dentro.

Se acerca con cautela mientras saca con cuidado un cuchillo de la mochila. No deja que le salude pensando que es un compañero, sería demasiado tarde entonces, lo descubrirían. Le clava el cuchillo en el cuello y lo extrae rápidamente. El grito del hombre queda ahogado en la máscara que se empaña rápidamente debido a la respiración agitada del guardián. No lo ha visto venir.

El chico limpia la hoja del cuchillo con un pedazo de la ropa del fallecido. Deja el cuerpo inmóvil tendido en el suelo y huye corriendo fuera de la espesa capa de nube artificial que forma la niebla. No es hasta unos metros más lejos que decide quitarse la máscara.

El aire limpio, puro, con olor a hierba mojada, le embriaga. La luna se alza al cielo rodeada de estrellas. Es gracias a la luz que proyecta que decide avanzar por el césped del prado hasta el pueblo que se ve en el horizonte, debe alejarse del lugar de donde viene.

No se gira, pero aunque lo hiciera no vería la niebla. Sólo vería una capa espesa de árboles que proyectan sombras tenebrosas.

Llega al pueblo cuando ya es de día. Copos de nubes esponjosas surcan el cielo despejado. Oye el ruido que hacen las persianas de las casas al abrirse. Una mujer pasea al perro. Un hombre mayor charla con la panadera mientras ésta abre el establecimiento. Suenan las campanas de la iglesia cuando pasa por delante. Pero no se detiene, pasa de largo por el medio del pueblo. Hasta la última casa.

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