Dylan se despierta cuando siente un brusco giro a la izquierda. Abre los ojos medio dormido y ve como el coche va directamente hacia los árboles.
– ¡Eh! ¡Para! ¿Se puede saber qué haces? ¿Estás loca?
– Yo también quiero dormir –se queja ella parando en seco.
– Pero no en el bosque. Después de todo, parece que no hayas aprendido nada –la regaña. Se hace el silencio. Ella está molesta. Él piensa qué pueden hacer–. ¡Ya lo tengo! Entiendo que estés cansada, llevas demasiado tiempo conduciendo, y sólo hemos parado una vez. Hagamos una cosa. Aparca el coche hacia allí. Haremos turnos para dormir. No sé conducir, pero si viene un coche, estaré despierto para avisarte.
– Me parece bien –acepta arrancando de nuevo y haciendo caso a las indicaciones que el chico le da.
La chica abandona su lugar y se tumba en los asientos de atrás. No tarda mucho en dormirse.
Dylan se queda solo delante en el coche. Sin las luces, todo es oscuridad a su alrededor. No puede evitar sentir un escalofrío, sabe que la niebla está allí. No la ve, pero la siente. Se escuchan suaves corrientes de aire entre los cantos de los grillos. Y luego otro ruido, un ruido que conoce muy bien. Es como los zumbidos de los ovalairs en funcionamiento. Son las nubes de la niebla que rozan entre ellas. No se detienen, están en constante movimiento.
Aunque no lo quiere admitir, tiene miedo. Está demasiado cerca de los límites. Está demasiado lejos de casa y, a la vez, no tardaría mucho en llegar si lo quisiera. Pero debe encontrar a Axia. No volverá sin ella.
El Sol comienza a salir en el horizonte. El cielo se ha cubierto de nubes durante la noche y éstas se dibujan de color anaranjado. Se ha dormido, y no sabe cuándo. Por eso, cuando abre los ojos y ve ante sí el cielo nublado cree que lo han atrapado, que lo han hecho volver a La Niebla. Pero se encuentra dentro del coche de Sam, que duerme en los asientos de atrás.
Se gira para despertarla, pero la chica no está. Sale del coche de un salto y grita su nombre. El frío entra rápidamente en sus pulmones y le hiela en segundos. Se queda sin voz unos instantes y tose. Humo blanquecino sale de entre sus labios. Vuelve a llamar a Sam y luego escala la pendiente de arena que da al prado. El césped verde está cubierto por una fina capa de escarcha, y las pequeñas flores de colores ahora son blancas. Entonces la ve. Su cuerpo pequeño dibujado entre varios árboles. Está cogiendo algo, pero desde tan lejos no llega a ver qué es. La vuelve a llamar. Ella lo oye, se gira, lo mira y saluda con la mano que tiene libre.
Dylan se acerca hacia allí poco a poco, sintiendo el crac-crac que hacen algunas hojas bajo sus pies.
– Cuidado con el cha... –demasiado tarde, Dylan resbala y cae de culo al suelo–. El charco... –acaba la chica antes de empezar a reír–. ¿No sabes que el hielo resbala? –se ríe ella. El chico se levanta del suelo ensuciandose las manos de barro pero riendo también.
– Buenos días. Me has asustado cuando me he despertado y no estabas. ¿Qué haces?
– Recoger naranjas. Cogí comida del bar, pero si podemos conseguir algo más, mejor.
– ¿Te ayudo? –pregunta mientras extiende las manos para coger unas cuantas frutas.
– Deberíamos irnos pronto. Hace frío y parece que va a llover.
– Pues venga, hacia el coche, que se estaba mejor.
Han sacado unas mantas del maletero y se sientan en los asientos de atrás del coche a desayunar. Comen en silencio un par de las naranjas recién recolectadas. Son ácidas, y están muy frías, pero estan ricas.
– Dime algo, Dani. ¿De qué color es tu pelo?
– Verde –responde señalándose la cabeza como si fuera normal–. ¿Por qué lo preguntas?
– Me refiero a tu cabello de verdad –se ríe–. Me sorprendió tu cabello tan llamativo cuando te vi en el pueblo.
– Ah... Pues es... Naranja–confirma después de mirarse el grano que está a punto de ponerse en la boca.
– Pelirrojo, está bien.
– ¿Importa mucho de qué color tenga el pelo?
– ¿A mí? No, que va. Tal vez a ti sí, por lo que se ve. Si no no te lo hubieras teñido.
– Mejor cambiemos de tema. ¿Acabas ya la naranja y nos vamos? Tengo cierta prisa, ¿sabes?
– Y ya vuelve a aparecer el chico estúpido. No hay quien te entienda.
Los dos vuelven a sus respectivos asientos y la chica hace girar las llaves del coche. Le cuesta despertarse, lleva toda la noche a la intemperie bajo el frío y ya es viejo, pero finalmente, entre un carraspeo y una nube de humo, arranca.
– Ahora que ya nos vamos, ¿me explicarás qué quieres hacer exactamente cuando lleguemos a Oeste?
– Ante todo deshacerme de ti. Después tendré que buscar a mis amigos.
– ¿Y dónde están?
– No lo sé, por eso los busco –responde secamente.
– Pues si con ellos eres igual de simpático que conmigo, me empiezo a plantear que tal vez se han ido para no verte más.
– Calla, mira la carretera y déjame en paz.
Lo que Sam ha dicho, le ha hecho pensar. Después de los altibajos entre él y Axia, ¿qué hará cuando la encuentre? ¿Qué le dirá? ¿Y si los rumores eran ciertos? ¿Y si se fueron porque querían? Entonces no tendría sentido que la estuviera yendo a buscar. ¿Y el chico aquel, Blai, estará con ella, o habrán cogido diferentes caminos? Quizá prefiere esto. Pensar que Axia está sola, que está sola y que él la va a buscar. Es más bonito que imaginar que se ha aliado con ese chico para volver.
Pero si está sola... Debería darse prisa en encontrarla.
Holaaaa! El capítulo de hoy es un poco corto por lo que veo, pero ya me voy acordando de subir los días que dije jajaja Espero que os haya gustado el capítulo. ¿Qué os parece Sam? Y vamos conociendo un poco más a Dylan. Dentro de algunos capítulos volveremos a saber que pasa con Axia y Blai :)
Hasta el marteees!
Besoooos :)
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Mariposas
Teen FictionSiempre nos han dicho que la belleza está en el interior, que lo importante no es el físico. Hay un lugar donde eso se sigue al pie de la letra. En La Niebla todo el mundo es idéntico, todos están en igualdad de condiciones. Pero... ¿Qué pasaría si...