ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ sᴇɪs.

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  En ése momento, Pandora se encuentra en el arroyo, ignorando por completo lo que pasó en el camino. Ya es cerca del mediodía, y como ya está a punto de terminar, se toma un breve descanso.

Un gran roble se yergue cerca de las orillas del arroyo. Ella se saca su delantal, se suelta el cabello y éste cae en cascadas sobre sus hombros, se saca también los zapatos y siente el césped en sus dedos, eso hace que una sensación electrizante recorra su espalda y la haga sonreír. Lleva puesto un vestido blanco, sobre las rodillas, suelto con tiras y muy sencillo.

Ella empieza a dar vueltas con la cabeza en alto, los brazos abiertos y los ojos cerrados. Cae al pié del árbol, mientras sonríe sin abrir los ojos, luego suspira y la tenue luz del sol que pasa entre las hojas del roble, hace que Pandora sienta que está en el cielo, ciertamente, es un lugar muy concurrido por ella, era uno de sus lugares favoritos para rezar, leer, o hacer sus tareas del hogar.

Pandora...

Un leve susurro pasa entre los árboles, acampañado de una brisa extrañamente débil. Ella abre los ojos al haber escuchado su nombre, pero no se inmuta, sólo se queda en silencio para comprobar si su mente no le ha jugado una mala pasada, pero no se vuelve a oír nada. Ella se encoge de hombros, autoconvenciéndose de que fué su imaginación, pero luego escucha el crujir de unas ramas, se sienta y observa hostil a su alrededor.

—¿Hola? —Pregunta con el ceño fruncido, algo nerviosa y asustada—. ¿Hay alguien ahí?

Vuelve a escuchar el crujido y eso la alarma, se para y toma su rosario temblando, cierra los ojos arrodillada en el suelo y se queda así.

Luego de pocos segundos, un muchacho, sale lentamente de entre los arbustos. Es rubio, ojos grises y profundos, lleva puesta una camisa remangada, y un pantalón negro. Éste sonríe y se acerca lentamente a Pandora, quién no abre los ojos, se niega a hacerlo.

El muchacho se arrodilla frente a Pandora, se recoge un mechón ondulado que le cayó y lo pasa detrás de su oreja, mientras observa fijamente a Pandora de pies a cabeza y se muerde el labio. Luego pasa su índice por el cuello de Pandora, haciendo que esta se estremezca. Él ríe y Pandora abre sus ojos, se le corta la respiración y de un pequeño salto impulsada con sus rodillas abraza al chico. Él ríe y dice:

—Oye debes mejorar tu defensa personal, por que si se tratase de un asesino o violador, se hubiera aprovechado de que haya encontrado a alguien indefensa como tú Pandora. —Ella se separa de él y hace un puchero ante la reprensión del chico—. Tu rosario no siempre te va proteger, a veces necesitas protegerte por tu cuenta, no siempre estaré para ti en estos casos.

—Me conoces hace años Shane, sabes que no soy de violencia, sólo de confiarme en Dios. —Responde en tono suave como justificativo.

—Sí, ya lo sé, pero debes saber que hay personas sin escrúpulos que no te perdonarán por nada. Y tu Dios cree que usando a personas malas, puede hacer que las personas buenas aprendan lecciones con las tragedias que los malos provocan. —Pandora desvía la mirada algo molesta, odiaba que él hablara de ese modo. Shane acaricia la mejilla de Pandora con el dorso de sus dedos—. Sólo me preocupo por ti. Si te pasara algo, te juro que me muero.

Ella sonríe levemente, ésa era la típica sobreprotección de Shane.

—¿Quién se atrevió a tocarte el rostro? —Pregunta él muy molesto. Se para y le da la mano a Pandora, ella lo toma y se para, luego dice en un tono melancólico:

—Ya sabes... las hijas del capataz.

—¿Quieres que lo arregle? —Propone Shane extendiendo sus manos. Ella las toma y las estrecha diciendo:

Ángelus©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora