Capítulo 14.

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Admiro a las personas. Y lo digo enserio. Porque todos, incluyendome a mi misma, tenemos la fuerza y la voluntad de levantarnos todos los días a luchar por nuestros ideales. Pero obviamente esta admiración que siento tiene otra cara. Por más que quiera ver el lado positivo siempre, no lo hay. Es decir, no completamente. Por eso cuando veo todo lo que pasa en el mundo, las cosas malas, las buenas o las peores, solo escribo. Porque tengo la esperanza de que tal vez, algún día alguien se dará cuenta de lo que alguien piensa y sencillamente se sentirá responsable, y querrá hacer un cambio, por más pequeño que sea. Algo improbable, pero igual lo espero. 

Lo malo es que algunas personas, simplemente no resisten la presión.

Cuando llego a la escuela esa mañana, algo ha cambiado. Lo sé por la postura de la gente, viendo sus hombros caídos y las miradas perdidas. No sé que ha pasado, pero si sé que no es bueno. Finalmente encuentro a Leah de camino al salón de clases, cuando nos avisan que habrá un asamblea en el gimnasio. Solo las hacen cuando hay anuncios, y para nuestro grado generalmente no hay.

Entramos hombro con hombro al lugar, ya está lleno. Encuentro un lugar atrás, y le hago señas a Leah para que me siga. Diviso a Aiden y a Luke a unos cuantos metros de nosotras. Nos acercamos a ellos y los saludamos. Es raro, pero no veo a Cecilia por ningún lado. Decido que les preguntaré después.

-Hey, ¿qué pasa, chicas? Esto realmente me asusta un poco. ¿Estas reuniones son frecuentes? - nos cuestiona Luke, después de saludarnos. Leah se remueve nerviosa, ante su atención de pronto dirigida hacia ella. Ella empieza a explicarle un poco inquieta que no es así, mientras yo solo le devuelvo la mirada a Aiden. Me esta viendo con una sonrisa arrogante, y yo hago mi mejor esfuerzo por devolvérsela de la mejor manera posible. Imposible, pero trato.

Finalmente el director se acerca al podio, con una mirada sombría e imponente. Lo considero como una persona muy política, siempre dispuesto a quedar bien ante todos. No lo culpo. Con su apariencia grácil y aproximadamente 30 años, debe ser difícil ser tomado en serio. Supongo que tiene que imponerse. O tal vez solo miente. Nunca lo sabremos. 

En realidad no tengo idea de que es lo que habrá pasado, por lo que esta vez en verdad le pongo atención.

-Buenos días a todos. -comienza- hemos convocado a esta reunión por las terribles trágicas noticias acerca de la muerte de una gran alumna de aquí.

Esto me detiene por un momento. ¿Alguien muerto? ¿Quién?

-Queremos hacerles saber que en memoria de nuestra compañera Marian Nicols, no volveremos a permitir ningún caso de acoso en esta institución. Y que su muerte no quedará impune. Expresemos nuestras más profundas condolencias a sus amigos y familia. El memorial se llevará a cabo...

Mi boca cae, abierta. No puede ser. No puede estar pasando. ¿Marian, la dulce chica, muerta? La chica cuya intención solo era sacar buenas notas, ¿se ha ido? Mi mente no se puede cerrar en torno a ese pensamiento.

Todos estamos sorprendidos. Lo veo en los ojos cristalizados de Leah, en la mirada desconcertada de Luke. Pero no lo veo en la de Aiden. Su cabeza está hacia abajo, simplemente aceptandolo y comprendiendo la injusticia de la situación.

Lo peor es que no creo que la mayoría lo entienda. Se preocuparán, si. Se sentirán culpables, claro. Les dolerá, por supuesto. Pero lo van a olvidar. Y así, esa niña cuyo único objetivo era solo estudiar, jamás tendrá la oportunidad de hacerlo.

Y nadie pudo hacer nada. Ni siquiera yo.

Mis pies se mueven antes de que mi mente les diga que lo hagan. Salgo a través de las puertas al aire frío de la mañana. Llego al jardín más lejano, dejo mi bolso en el piso y me siento. Cubro mi cara con las manos y trato de regular mi respiración. Me quedo así unos diez minutos, y claro que sabía que el estaría aquí, también.

No le digo nada. Solo me levanto y me abrazo a su pecho. No sé porqué lo hago, pero se que no me importa. Me duele. Nos duele. Porque las cosas malas siguen sucediendo y nadie puede hacer nada. Aiden pone sus brazos alrededor de mi cintura, y nos quedamos así, simplemente encontrando ese sentido de pertenencia en el otro.

No hay otro lugar en el que yo quisiera estar en este momento.


Hold Me Down.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora