Capítulo 28.

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- ¿Saldrás hoy?

Observo curiosa los movimientos confiados de mi mamá a través de nuestra pequeña cocina mientras tomo un pedazo de pan tostado. No puedo evitar recordar a Leah moviéndose de igual manera, tal vez con la misma gracilidad ayer.

Un día bastante complejo, ayer. Sé que realmente no resolvimos nada acerca de Cecilia, en lugar de eso actuamos como chiquillos chiflados. Pero de todas maneras, no cambiaría ni un segundo. Fue uno de esos días en los que me olvidé completamente de todo, dejando lugar solo al presente. Y claro, a mi beso con Aiden.

El recuerdo llega a mi, y automáticamente quiero patear mi rostro por la vergüenza. Fue genial, fue más que genial, pero igual me siento apenada por mi súbita valentía.

- Probablemente. ¿Por? - Mi mamá ni si quiera me mira cuando escucha mi pregunta. No sé como hace esto, de meterse totalmente en las pequeñas acciones que realiza, y aún así arreglárselas para escucharme y darme un buen consejo. Realmente no sé que haré sin ella. Es decir, es todo un golpe pensar que en efecto: un día ella se irá. Todos nos iremos. Y no habrá nada que nos permita regresar, tal vez solo los recuerdos de los que nos quisieron, quienes van a tratar de llegar a nosotros, no importa la distancia.

Nunca sabremos cuanto tiempo nos queda.

- Nada, sólo curiosidad. - prepara su café, de espaldas a mi. Su voz suena un poco preocupada cuando retoma su palabra - Respecto a todo lo que pasó ayer, solo ten cuidado. Es decir, esas cosas pasan, pero trata de mantenerte alejada. Nunca sabemos que puede pasar después. - considero su recomendación seriamente. Me escuchó ayer por la noche cuando llegué, absorbiendo mis palabras con paciencia y sabiduría. Tenía que procesarlo, supongo. Necesitaba ese tipo de liberación.

Asiento lentamente, acercando mi propia taza de té a mis labios, dando un pequeño sorbo. Pasa un corto tiempo antes de que se gire, después de lavar sus manos. - Te veré más tarde. Avísame si sales. - planta un beso en mi frente, y se aleja, dejando un poco de su familiar esencia. - Cuídate.

La veo alejarse, y viene a mi mente la misma petición fervorosa que pido cada vez que me despido de alguien.

Que no sea la última vez.

(...)

Mis manos interrumpen su tarea de arreglar mi cabello cuando tocan a mi puerta. El resultado final es una división en el centro de mi cabeza, que permite a mi cabello enmarcar los rasgos de mi rostro. Tomo una sudadera y me la pongo antes de dirigirme abajo para ver de quién se trata. Giro la perilla, abriendo la puerta de entrada y soy súbitamente atrapada por la inmensidad del cielo oscuro, lleno de nubes cargadas de agua, siendo suavemente mecidas por el frío viento. Después mis ojos se encuentran con un par tímido, y sonrío plenamente.

- Jason. Hola. ¿Qué haces aquí? - le pregunto, observando como mete sus manos en sus bolsillos. Su expresión es triste, y mi corazón da un giro violento por él.

- Quiero que me acompañes a un lugar. ¿Es posible? - su voz viaja por mi cabeza, y muerdo mi labio, considerando su propuesta.

- Claro. Solo iré por mi bolso.

El me regala una pequeña sonrisa, pero para el tiempo en que salimos de mi casa ésta se va. Nos subimos a su coche, y yo trato de animarlo mencionando el hecho de que no sabía que tenía uno. Se va relajando durante el viaje, y llega un momento en donde solo hablamos de cosas triviales. Estoy a punto de preguntarle a dónde nos dirigimos, cuando veo el letrero. El cementerio de la ciudad nos recibe, provocando un leve estremecimiento en mi espina dorsal. Obviamente, odio este lugar. Demasiada muerte.

Demasiada pérdida.

Mis palabras brillan por su ausencia cuando minutos después de atravesar el umbral y estacionar el coche, el baja del mismo. Hago lo que él y cruzo mis brazos sobre mi pecho cuando el viento golpea mi cuerpo, antes cálido por la calefacción del coche. Los pocos árboles que hay se elevan lúgubres, cubriendo las lápidas que se extienden a lo largo del camino. Jason comienza a caminar, y yo solo puedo seguirlo. La dirección de mi mirada es al suelo, siendo consciente de las hojas que cayeron hace ya mucho tiempo, secas y marchitas. Como todo lo que entra en este lugar.

- Oí de tu... Encuentro con Aiden. - su voz me sorprende, y mentiría si dijera que podía controlar la carcajada que sale de mi.

- Claro que lo oíste. - ¿Cómo no esperarlo, con los tontos que tengo de amigos? - ¿Leah? - enmarco mi ceja con una expresión divertida.

- Luke. - Esa sabandija. -La noticia fue divulgada por el entre nosotros. Oí que Aiden lo atacó, y no precisamente con amor.

Suelto un suspiro, sonriendo.

- Sí, el suele hacer eso.

Un silencio inesperadamente cómodo se asienta sobre nosotros, mientras llegamos a nuestro destino. La lápida de Marian es sencilla, exponiendo su nombre en letras legibles, rodeada de flores de tonos suaves. Jason se para enfrente de ella, y yo solo me quedo a su lado, envolviéndome... De ella.

- Es un buen chico, Aiden. - miro a Jason, viendo como su cabello es agitado por el viento. Su expresión seria. - Y vaya si te quiere. Es decir, incluso con su actitud reservada se nota. - mira hacia el cielo, tomando aire - Todos ustedes son geniales, en realidad. Me hubiera encantado que ella los hubiera conocido.

El nudo se forma en mi garganta, pero lo siento en todas partes, inmovilizándome. La pena se arraiga en mi pecho, mientras él lo deja todo salir.

- Lo siento. Es solo que ella está tan... Presente. La veo en todos lados. Y es inconsolable el pensar que no está aquí. No realmente.

Una lágrima cae por su mejilla, seguida de otra. Clavo mis uñas en las palmas de mis manos, tratando de controlarme. Pero mis ojos se humedecen, de todos modos.

- Yo... Solo quiero seguir adelante. Pero cada vez que me río, o que me divierto, la realidad de que ella no puede hacerlo me golpea. Y a veces es demasiado. Simplemente mucho. Y no sé si pueda seguir. No lo .

Los sollozos se atascan en mi garganta, pero mis lágrimas salen. Y me doy cuenta de que todo había estado dentro de mi tanto tiempo, que es un alivio dejarlo salir, lentamente. Cubro sus hombros con mis brazos en un movimiento firme, y lo sostengo, mientras el se deja ir. Su pecho se mueve descontroladamente a medida que llora en mis brazos. No le digo nada, porque no puedo. Nada de lo que le diga va aminorar su dolor. Ni el mío. Porque nadie sabe qué decir acerca de una persona que se fue. Así que me convierto en su ancla, mientras el se deja navegar en su dolor por este momento. Porque muchas veces eso es todo. Solo puedes permitir que esa persona se agarre a ti, para que cuando la pena se disipe momentáneamente, la persona pueda volver de su tristeza, encontrándose con tu calidez. Con la vida.

Lentamente, la comprensión me rodea. La consciencia de que podemos ver a nuestro amigo reír, divertirse, ser juguetón con nosotros. Pero muy dentro de el, sigue esa pena, esa tristeza que realmente nunca se irá. Y que solo nos recuerda que a veces, somos tan egoístas que nos olvidamos de que, como nosotros, las personas tienen diversas facetas, cada una buscando su salida a la superficie. Pero algunas simplemente necesitan ser notadas por una sola persona. Alguien que entienda. Solo eso.

Y esta vez, aquí y ahora, me toca a mí ser esa persona.

~

¡1k! Muchísimas gracias a los que leen. Para muchos es poco, pero para mi significa el mundo. ¡Gracias por todo!

Y si pueden escuchen ésta canción, que fue la que yo escuché mientras escribía esto ( una de muchas ) :

Don't you worry - Lucy Rose.

¡Mil gracias!

Hold Me Down.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora