Capítulo 32

128 14 4
                                    

Todavía seguía analizando aquellas palabras en mi cabeza. Todas esas personas, todas y cada una de ellas formaban parte del Brazo Derecho, o lo que ahora llamaban, la Resistencia del Brazo Derecho. No podía sentir más odio y repulsión por todos ellos, pero sobretodo por el hombre de la cabaña.

En cuanto lo dijo, empecé a darme cuenta de que sí que era posible que conociera a ese chico. Cuando Gally nos llevó a hablar con Vince, seguramente uno de los chicos que había en la habitación era él. Pero no podía recordarlo bien, ni siquiera me sabía su nombre. Ahora entiendo porque me ató al principio. Quería comprobar si lo recordaba, porque si fuera así hubiera ido contra él de inmediato. Pero aunque haya tardado, al final me he dado cuenta.

Entonces, me di cuenta de una cosa muy importante. ¿Cómo demonios habían llegado hasta nosotros? ¿Quién les había avisado?

Pensé en la idea de que uno de nosotros filtrara la información a los otros. Pero, ¿quién sería capaz? No creía capaz de hacer algo así a nadie del valle. Pero... ¿y si no fuera alguien del valle? ¡Clonc! Soy gilipullo, ha estado delante mía y no lo he visto.

Vince.

Todo lo que había supuesto Jorge, era verdad. Vince había venido con un fin. Quería destruirnos, a todos y cada uno de los munes. Debí haber hecho algo cuando Gally me advirtió que Vince odiaba a los inmunes. Si hubiera hecho algo en su momento, tal vez ahora no estaría en esta situación. Incluso Brenda estaría conmigo.

-¿Está aquí Vince?- pregunté sin dirigirme a nadie en concreto, pero esperando desesperado una respuesta. Los miré a todos, y se miraron entre ellos sin saber bien que decir.

-¿Para qué quieres saberlo?- respondió el mismo chico de la cabaña. Parecía que el resto de personas tenían miedo de decir algo inadecuado.

-Eso quiere decir que sí está metido en todo esto, ¿verdad?

El chico me fulminó con la mirada. Parecía que no le gustaba que lo hubiera adivinado. Al final no voy a ser tan tonto.

-¿Y qué si está?

-Pues que quiero hablar con él, ¿está por aquí ese carafuco?

Todos se miraban entre ellos, sin saber bien que hacer. Ninguno me miraba a la cara. Eran incapaces de responderme, de plantearme cara. Cobardes.

-¡Vince, sal y da la cara!- grité como un loco desesperado. Utilicé toda mi fuerza para desatarme de las cuerdas.

-¡Estate quieto!- me gritó el chico de antes con voz amenazante. Se acercó a mí y sacó una navaja del bolsillo-. He dicho que te quedes quieto.

No iba a caer en su trampa, no iba a tenerle miedo y conseguir lo que él quería. No iba a darle esa satisfaciion, ni hablar. Seguí intentando deshacerme de las cuerdas. Cuando por fin estaba notando que la cuerda se deslizaba y cedía, el hombre me levantó del suelo agarrándome del cuello de la camisa.

-¿Es que no me has oído?- acercó iracundo la navaja a mi cuello.

-¡Cálmate Ian!- gritó una mujer por detrás de él. Ahora ya sabía cual era su nombre.

-Eso Ian, tranquilo- le dije con sorna. Sabía que no iba a matarme, lo podía leer en sus ojos, sólo quería crearme miedo.

Me miró cabreado, parecía que se le iban a saltar los ojos se las órbitas. Entonces, soltó la navaja, y antes de que cayera al suelo, lanzó su mano a mi cara. El impacto explotó en mi mejilla izquierda, provocando que mi cuerpo saliera despedida hacia el otro lado.

Dolía, y mucho. Picaba, y lo peor es que no podía aliviar ese dolor porque seguía atado de pies y manos. Gruñí a modo de queja y escupí a los pies de Ian. Era sangre lo que salió de mi boca. Este gilipullo se lo estaba buscado.

LOS MUNESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora