Capítulo 35

149 17 5
                                    

Todavía asimilaba la historia que me contaba Daniel. Este niño era el hijo de Vince. La historia que me contó Gally sobre que abandonó a su familia era verdad, toda su locura y sed de venganza era real. Y eso me hacía sospechar que definitivamente el odiaba a los inmunes. Y quién sabe que más cosas terribles esconderá ese hombre.

Daniel me relató la historia desde el principio después de mucho insistirle. Sabía que le dolía recordar el pasado, pero era la única manera de averiguar cosas sobre él e intentar descubrir que estaba tramando.

-Te lo cuento, pero no podrás decirle a nadie nada de lo que te diga ahora.

-Pero es que no lo entiendes, Vince está en el valle y lleva tanto tiempo engañándonos...

-No me importa que os haya tomado el pelo, eso os pasa por ser unos imbéciles. Todo lo que te cuente se quedará aquí. ¿Entendido?- dijo autoritario.

Por un momento me olvidé de que estaba hablando con un niño 4 años más pequeño que yo. Su forma de hablar y de actuar no se adecuaban a su cuerpo. Parecía alguien más mayor, se notaba su madurez.

-Entendido- respondí al fin, resignado. Este niño era muy listo.

-Todo lo que recuerdo de mi infancia es que a penas veía a mi padre. Sólo recuerdo estar en casa con mi madre. Era ella quien me vio a caminar, no mi padre; fue ella la que preparó mi plato favorito, no mi padre; ella fue la que me castigó por primera vez, no mi padre; fue ella la que me besaba por las noches, no mi padre; era ella la que me cuidaba cuando estaba enfermo, no mi padre.

-Vaya, debió ser difícil para ti y para tu madre- dije apenado por sus palabras.

-Lo único que consiguió fue que comenzara a odiarlo. Mi madre me decía que era el trabajo, que si no venía a cenar era porque trabajando nos mantenía con vida a los dos. Pero yo no entendía a lo que se refería. Yo sólo veía que mi madre se mataba a trabajar fuera, en casa y encima tenía tiempo para mí. Y mi padre no.

-¿En que trabajaba tu madre?- le pregunté curioso.

-Era enfermera en un hospital. Consiguió ese trabajo cuando yo alcancé los 7 años. Tenía miedo de trabajar cuando yo era más pequeño por si pasaba poco tiempo con ella. Y mi padre eso nunca lo tuvo en cuenta.

-Vince, cómo no...

-Lo peor vino unos años después. Cuando yo cumplí los 9 y mi madre, presa del pánico por el espanto del virus del Destello, decidió hacerme unas pruebas para determinar si lo tenía.

-¿En serio?

-Sí, estaba tan preocupada que llamó a mi padre y le pidió que viniera al hospital. Lo más sorprendente fue que vino. Y cuando les entregaron las pruebas y descubrí que era inmune al virus, mi padre rompió esos papeles. Decía que no podía ser cierto.

-¿Por qué diría eso?- pregunté extrañado, esto último me había dejado descolocado.

-Porque como sabía que él no era inmune y mi madre tampoco, no entendía como yo sí podía serlo. Y acusó a mi madre de haberle engañado, decía que yo no era su hijo.

-¡¿Qué?!

-Como lo oyes. Nos echó de casa a mi madre y a mí. No nos dejó coger nada. Estábamos en la calle, en la más profunda miseria. Y tuvimos que sobrevivir como pudimos. Conseguimos algo de dinero y nos quedamos en un hostal. Lo peor de todo era que mi madre, a pesar de todo lo que hizo mi padre, seguía justificándole.

-No me puedo creer que hiciera todo eso y tu madre le perdonara.

-Yo tampoco. Ella volvía todas las tardes a la que era nuestra casa para pedirle a mi padre que nos perdonara, que nos dejara volver con él. No soportaba ver a mi madre arrastrándose. Y hasta que no pasaron dos años, ella seguía sin ver el tipo de persona que era Vince.

LOS MUNESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora