36- Lagunas

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*Narra Zed*

—Dijisteis que no debíamos usar magia —recuerdo.

Los abuelos han hechizado mis piernas, haciendo que caminen junto a ellos hacia el claro. No he podido retenerlos como me pidió Evelyn que hiciera. Un resplandor ciega el lugar por un momento.

—Ya incumplieron —contesta el abuelo Alan.

Vemos a Vane de espaldas a nosotros. Alguien está en su regazo, debe ser Jenni; sus cabellos blancos como la nieve están manchados de rojo.

—¡Cielos! —dice La Sanadora corriendo hacia ellas.

Veo a Evelyn caminando a duras penas y, a unos árboles más allá, un lobo inmóvil. Me acerco a ella. No soy alto, así que solo puedo tomarla del brazo para ayudarla a mantenerse en pie.

—Gracias, Zed —dice ella, sin apartar la mirada del lobo.

—¿Qué ha pasado? —pregunto.

—Arturo me ha salvado la vida. Es un mago.

Llegamos junto al lobo y le sacudo una pata. Sus ojos se mantienen cerrados.

—Evelyn, ¿crees que ha... muerto?

—No lo digas. Él está bien —se coloca unos mechones pelirrojos tras una oreja y se inclina sobre el pecho de Arturo. Sus ojos se llenan de lágrimas—. Si fuera más fuerte, podría haberlo protegido. Maldita sea, ¡no escucho su corazón!

—A ver, déjame a mí.

Evelyn se aparta y pongo una oreja sobre el pecho izquierdo de Arturo.

—¿Y bien...?

—Creo que sí... No. No, espera, ¡sí se escucha! ¡No!

—¡Zed!

—Es que lo confundo con mis propios latidos... ¡Eh! Mira. ¿Ves eso? —señalo el vaho.

—Sí —respira con alivio—. Está respirando.

—¡Bien!

Lizz aparece junto a nosotros con la respiración agitada.

—Se ha deshecho la prisión mágica, ya no siento la energía de Elisabeth.

—La hemos derrotado —dice Evelyn.

Ganar es algo bueno, pero no parecen felices. Entre los tres cargamos al lobo hasta donde se encuentra La Sanadora.

—¿Qué pasa con los demás lobos? —pregunto mirando el claro.

Filas y filas de lobos se encuentran desplomados en el suelo.

—Están bajo un sueño curativo por seguridad —dice el abuelo Alan—, al igual que Arturo.

—Se despertará bien, no os preocupéis —nos tranquiliza La Sanadora—. Trataremos sus heridas.

—Aunque... —añade el abuelo—. Hay un lobo en específico que no está respondiendo al sueño. Un lobo blanco.

—¿Mery?

—Debió de tener algún enlace o vínculo con Elisabeth, su vida se ha esfumado con la de la vampiresa.


*Narra Arturo*

Resulta que sí hago magia.

No me cansaré de repetir lo mucho que me molesta tener lagunas mentales en las noches de luna llena; sin embargo, esta vez es diferente. Recuerdo la visita de Kris, la lucha contra Elisabeth, mis padres, mis amigos, pero... Echo en falta otros recuerdos.

Por la puerta abierta de mi habitación, entran Connor y Lizz discutiendo.

—Por-fa, por-fa —insiste Connor sacudiéndole el brazo al son de sus palabras.

—Que tenga más de cien años no significa que este no sea mi aspecto real —dice Lizz con voz defensiva—. ¡Yo aún no te he pedido que te conviertas en lobo! No me importa tu aspecto.

—Pues porque ya me has visto.

—No te he visto bien. Venga, déjame ver. ¿Cómo eres, eh? Por-fa, por-fa.

—Guapo.

—Bah. Oh, ya has despertado, Arturo.

—¡Arturo! ¿Cómo te sientes, hermano?

—Estoy bien —estiro los brazos—. ¿Cuánto tiempo llevo durmiendo?

—Un par de horas, ya es mediodía —contesta Lizz—. Hiciste un buen trabajo anoche. Evelyn se alegrará de verte.

—¿Quién es Evelyn? —digo en mitad de un bostezo.

—No... No puede ser.

—Evelyn. E-v-l-y-n.

—Creo que no se deletrea así, Connor.

—Ah, ya sé —chasqueo los dedos—. Es la hija de La Sanadora, ¿verdad?

—Está bromeando, ¿no lo veis? —dice Diego, apoyado en el marco de la puerta con los brazos cruzados. Ha venido con Kaiser.

—Oh, claro. Arturo bromeando, lo normal —Connor niega la cabeza—. No me lo trago, estoy seguro de que le pasa algo.

—¡Arturo se ha despertado! —avisa Kaiser gritando hacia las escaleras.

Al cabo de un rato, aparece La Sanadora. Trae un plato en sus manos.

—¡Te veo bien, Arturo! —exclama—. Todos estaban muy preocupados por ti. Mira, te he preparado sopa de espinacas, recuerdo que te gustó mucho. Es el favorito de Evelyn, también. Está con Vane en este momento, les diré que has despertado.

Encarno una ceja. Otra vez ese nombre.

—Arturo —Connor se sienta sobre mi cama—, Kris nos ha dicho que te irás al mundo de magos con él. ¿Es cierto?

—Es cierto —dice Kris, apareciendo en la habitación.

—¿Se puede saber cuánta gente cabe aquí? —pregunto agobiado.

—Han venido a despedirse de ti.

Los miro, conmovido. Connor tiene los ojos lagrimosos.

—No —le señalo.

Rompe en lágrimas y me abraza. Intento apartarlo, pero Connor se resiste.

—Volveré en cuanto pueda de visita, ¡aparta! ¡Me estás mojando las sábanas!

No sé qué me retenía antes en este lugar. Sea lo que sea, no veo problema en pasar un tiempo en Haeky. Será interesante. 


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La chica del cabello de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora