*Narra Evelyn*
Son huevos de dragones. Asombrada, aparto un trozo de la cáscara negra que se ha quedado sobre su cabeza. Es un dragón de color blanco. Abre la boca como si estuviera bostezando, dejando ver una hilera de pequeños dientes y una lengua rosada. Unos cuernos se asoman delicadamente a los laterales de su alargada cabeza. Estira sus patas.
Me mira. Sus ojos relucen como si fueran piedras preciosas de color lila. Con cuidado, acaricio las escamas blancas de su espalda con los dedos. El dragón se da la vuelta, como si me estuviera pidiendo que le acaricie la barriga.
¿Por qué estarían bajo esta arena azul? ¿Dónde estará su madre? El huevo parecido a una perla se agrieta. Rueda hacia mí y lo dejo sobre mi regazo. De su interior, aparece un dragón negro de ojos azules. Son como el día y la noche. El dragón blanco se reúne con su hermano. ¿O será su hermana? Los levanto y los examino. El dragón blanco resulta ser macho y, la negra, hembra.
Los dejo en el suelo y los observo atentamente. No puedo dejarlos solos aquí.
—¿Cómo se cuidan de dragones? —les pregunto y alzan la cabeza para mirarme—. ¿Qué te parece si te llamo Sol? Saliste brillante de un huevo negro como la noche. Eres el hermano mayor. Y tú tienes pinta de llamarte Luna; eres la reina de las noches y de la oscuridad, ¿no te parece?
Noto un movimiento a mi izquierda, detrás de un arbusto. Descubro que estoy rodeada de unos hombrecillos con taparrabos marrones. Veo a algunas mujeres y niños acercándose por detrás de ellos, mirándome con curiosidad. Me levanto sin hacer movimientos bruscos. Aparece un hombre de taparrabos negro y le dice algo a otro de taparrabos marrón en un idioma que desconozco.
—El capataz dice: Estás en nuestras tierras —traduce el del taparrabos marrón en el idioma de los magos.
Doy un paso hacia el del taparrabos negro, y los que están armados dan dos pasos hacia mí.
—El capataz te pregunta: ¿Quién eres?
—Ya nos íbamos, no queremos problemas.
—Los dragones han nacido en nuestras tierras, por tanto nos pertenecen. Ellos se quedan.
—Los dragones no son de nadie, que ellos decidan dónde quieren ir.
Luna, como si me entendiera, se sienta sobre mi pie.
—El capataz dice que tus palabras son estúpidas.
—Que me lo diga él mismo.
—El capataz no sabe hablar el idioma de los magos.
—Claro que sabe. Si no, ¿cómo entiende de lo que hablo sin que tú traduzcas lo que yo digo?
El capataz me clava su mirada. No tiene cejas, por lo que me cuesta distinguir su expresión; sin embargo, por el arrugamiento de su cara deduzco que se ha enfadado. Grita algo y los demás me apuntan con sus piedras.
Me agacho inmediatamente y protejo a Luna y a Sol con mi cuerpo. Me llevo una mano a la cabeza y la otra al cuello, protegiéndome de los golpes. Sol da vueltas, queriendo salir y ver qué pasa fuera. Bloqueo las salidas con mis codos y piernas. No sé si podré escapar con ambos dragones en una sola mano si agarro la escoba, se moverán y podrían bajarse. Si hago ese movimiento, no podré dar marcha atrás. Necesito que los dragones se queden quietos.
Mis extremidades y mis costillas reciben la mayoría de las piedras.
El capataz vocifera algo más y las piedras cesan. Me levantan bruscamente y agarran a Sol y a Luna de las alas. Los dragones patalean el aire y gritan. No detengo el fuego que trepa a mi cabeza y nubla mi mente de ira.
—¡Es una ignis! —gritan despavoridos.
Me deshago de su agarre y camino hacia el capataz, quien tiene mis dragones. El hombre da media vuelta y sale corriendo. Estoy dispuesta a perseguirle, pero siento mil moretones en mis piernas. Alguien me toma del brazo antes de caer. Levanto la mirada y descubro unos amables ojos de color gris con algunas manchas de color miel.
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La chica del cabello de fuego
FantasyElla es una ignis: una clase de magos perseguidos por la muerte, condenados a morir. No tardará mucho para que se le presenten los poderes y, de paso, las aventuras, el peligro, los problemas, la verdad, ¿el amor? ___________________ © 2014 - 2020 S...