Pagaré el precio que haga falta para para liberar a los ignis. Si tengo que hablar con el Consejo de magos, lo haré. Si tengo que morir para que las personas que quiero dejen de estar en peligro, también. No he cruzado el portal sin aceptar a la muerte de antemano.
Sigo a Marshall de cerca, colocándome el collar alrededor de mi cuello. Nos detenemos frente a dos columnas cristalinas. El príncipe se echa hacia delante y pone un pulgar sobre el cristal, pronunciando algo en su idioma materno. El espacio entre ambas columnas empieza a arremolinarse una luz de colores.
—Hola, portal.
—¡Príncipe Marshall! —el portal habla el idioma de la magia—. ¿Adónde desea ir, mi señor?
—A Haeky, por favor.
—¿Qué? —alza la voz—. ¡No le he escuchado bien, majestad!
—¡A Haeky, he dicho!
—¡A Haeky! ¡Eso es complicado! No todos los portales pueden comunicarse con el mundo de los magos... Pero veré qué puedo hacer por usted. Espere un momento... Voy a tener que enlazar la vía con otro portal que acaba de abrirse en Haeky, así que apareceréis donde esa persona haya abierto el portal. Descuide, me aseguraré de que no sea un lugar peligroso.
—De acuerdo.
—¡Ah! Y... no puedo dejar pasar a la joven. No es de la realeza.
—Me lo temía... —Marshall se cruza de brazos—. ¿Aceptas sobornos?
—¡Alteza!
—Vale, vale... Lo entiendo. Pero es una regla muy estúpida, ¿no crees?
—Tiene usted toda la razón.
—¿Entonces la dejarás pasar? Esto quedaría entre nosotros.
—De ninguna manera, príncipe Marshall. Y sí que saldría. De antemano le aviso que no guardo secretos. Soy como un libro abierto, una puerta sin cerradura. Bueno, en realidad tengo clave de acceso, pero me gusta comentar las cosas con mis colegas mediante la red de los portales que nos mantiene a todos comunicados.
—¿Ni en una situación de emergencia como esta? —pregunto.
—¿Situación de emergencia?
—Una ignis está a punto de entrar en el mundo de los magos. Por eso queremos ir a Haeky, para detenerla. Yo conozco su aspecto. ¡Es muy urgente!
Marshall agarra mi muñeca y me aleja del portal.
—¿Qué haces? —susurra—. ¿Es esta tu mejor manera de mentir? ¿Decir una verdad a medias?
—Funcionará —susurro de vuelta.
—¿Es eso cierto? —pregunta el portal—. ¡Por la belleza de Nieveterna! Pero no creo posible que pase esa ignis así de fácil. ¡Ningún portal es tan tonto como para dejarla pasar!
—Ha dominado el arte de los portales por su cuenta. No tiene problemas en abrir una ella misma a la fuerza —aseguro y el portal suelta un grito horrorizado.
—¿Y quién es ella? No me estaréis tomando el pelo, ¿verdad? Aunque no tengo pelo, soy un portal.
Se me ocurre una idea.
—Se trata de la hija de la Asesina Escarlata.
—¿No podías decir un nombre aleatorio? —me susurra Marshall de los nervios.
—Me conviene que se lo diga a otros portales —susurro de vuelta—. Así, mis abuelos y amigos no podrán cruzar a Haeky aunque lo intenten, aumentarán la seguridad. O eso espero.
—Pero Evelyn, te comerás el marrón; la hija de la Asesina Escarlata no... Espera... ¿Eres tú? ¿Por eso quieres enfrentarte al Consejo?
—El portal puede ser duro de oído, pero detectará que algo va mal si seguimos susurrando.
—No me has contestado. Puedes confiar en mí; no tengo nada contra la hija de la Asesina, me es indiferente, es solo que...
—¡Listo! —grita el portal de pronto—. Ya he enlazado la vía. Decidme el nombre de la ignis y os dejaré pasar a los dos.
—Ya está bien de tanto interrogatorio. Deja de abusar, portal.
—Está bien, Marshall. Se hace llamar La chica del cabello de fuego. Avisa a los demás portales, que tengan especial cuidado en quiénes dejan cruzar ahora.
—Entendido. Gracias por su ayuda, señorita.
Sonrío.
—Gracias a ti.
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