54- Rivales

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*Narra Arturo*

La rabia que ardía en los ojos de Evelyn quemaba. Es mejor dejarla y esperar a que se tranquilice; estoy seguro de que es una persona razonable. Le dará vueltas a lo que le he dicho... Pero no puedo dejarla marchar así. Tomo a Luna y a Sol en un brazo y atravieso el espejo de un salto.

Me encuentro cayendo del cielo, con Evelyn volando sobre su escoba a pocos metros de mí.

Saco mi hoja voladora del bolsillo; recupera su tamaño original para cuando la coloco bajo mis pies, frenando la caída delante de Evelyn. Parece estar más tranquila.

—No quise molestarte, perdona —me disculpo.

—No importa. Está bien que hayas pensado así, ves más allá que otras personas —reanuda su marcha, esquivándome.

—¿Adónde vas? —le sigo.

—Me apetece dar una vuelta, sola.

—¿Buscas soledad o buscas huir?

Evelyn deja escapar un suspiro.

—Soy yo la que te debe una disculpa, Arturo. Ha sido una estupidez por mi parte enfadarme así, temía demasiado escuchar en palabras lo que pensaba en silencio.

—Está bien, Evelyn —acerco a ella—. Cuando hablo contigo, no siento la necesidad de decorar mis palabras; confío en que sabes que comparto lo que pienso contigo sin intención de hacerte daño, aunque no suene agradable. Tendré más cuidado la próxima vez.

Evelyn me da un empujón, alejando mi hoja voladora de su escoba.

—¿Qué dices? —oculta sin éxito una sonrisa.

Sonrío y me vuelvo a acercar. Recibo otro empujón. Los dragones balancean sus cabezas al ritmo de los empujones. Vuelvo a acercarme.

—Me dueles, Evelyn —recibo otro empujón—. Supongo que ya no necesitas mi mapa para llegar al Palaciom...

—¿Palaciom? ¿Es donde se encuentra el Consejo de Magos? —se acerca ella.

—Sí... —alejo mi hoja voladora.

—¡Oye! Vuelve aquí —Evelyn intenta alcanzarme.

Echo el cuerpo hacia delante y escapo de Evelyn. Me aseguro de sujetar a los dragones bien. Giro para ver su cara mosqueada, pero no la veo. ¿Dónde se ha metido?

Evelyn me sorprende atrapándome en sus brazos por detrás; desliza una mano en el bolsillo izquierdo de mis pantalones. Me suelta y despliega el mapa robado. Recobro el aliento, aún no es consciente de lo que me produce estando tan cerca. Señalo con la pata de Luna el Palaciom.

—No está lejos.

Una vibración en el aire me hace despegar la vista del mapa. Es parecida a lo que sentí cuando se acercaba el dragón azul. Localizo con la vista el responsable; un dragón rojo se acerca a toda velocidad.

—¡Marshall! —dice Evelyn con los ojos bien abiertos y brillantes—. ¡Estás bien!

—Evelyn, por fin doy contigo —dice el jinete—. Sí, Dack me salvó. Al grano, estaba hace un momento con tus amigos. No sé qué hará el Consejo con Vane y Zed, pero la señora que nos ha arrastrado al Palaciom no parecía amigable.

—¿Están en el Palaciom? —se espanta—. ¿Cómo han llegado a Haeky? ¿Los has conocido?

—Venían a buscarte, cruzaron un portal —Marshall me mira—. ¿Tú no serás...? Un hombre lobo.

Conozco ese tono. No es un vampiro, pero puedo decir que no le agradan los hombres lobo por alguna razón. Parecía agradable cuando Evelyn me habló acerca de él.

—Arturo.

—Príncipe Marshall para ti. ¿Piensas acompañarnos? Recomiendo que te retires, podrían poner un insultante precio sobre tu cabeza.

—No necesito tu atención, limítate a ser útil.

—Esto... —interviene Evelyn.

—Oh. Discúlpanos, Evelyn. Solo estamos bromeando. ¿Verdad, Alfredo?

—Arturo —le taladro con la mirada—. ¿Necesitas ayuda para recordar mi nombre?

—Cuida el tono en el que me hablas, Alfredo.

—¿Tenéis tres años? No os conocéis y ya estáis discutiendo —dice Evelyn.

—No necesito conocer a este perro para saber que necesita adiestramiento.

—¡Se acabó! Me voy al Palaciom.

—Voy contigo —decimos Marshall y yo a la vez.



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La chica del cabello de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora