57- A jugar

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*Narra Evelyn*

Le guiño el ojo a la cerradura de una de las puertas. Una fuerza invisible tira de mí hacia la puerta, ahora abierta de par en par. Me detengo en el borde de la entrada y giro sobre mis talones para ver a mis amigos seis pisos más abajo, con los ojos tan abiertos como los míos.

Observo mi habitación. Hay un fino colchón en el suelo y una manta rasposa; algunas ropas viejas están dobladas sobre una silla que actúa como armario y la pequeña ventana no deja entrar bien la luz, ni el aire. Vuelvo a guiñarle el ojo a la cerradura para reunirme con los demás. Salimos al grisáceo jardín.

—No sé si tomarme en serio lo que ha dicho Ana —dice Vane en voz baja—. ¿qué piensas, Lyn?

—Aunque la tome en serio, no sabría por dónde empezar a buscar.

Decidimos explorar el lugar por separado. Zed sigue a Arturo, Vane se marcha por su cuenta y yo me quedo en el sitio; la entrada tiene suficiente material con el que entretenerme. La sombra sonriente de antes se asoma detrás de una roca. Me saluda con una mano.

—¿Tienes nombre? —pregunto y la criatura señala su sonrisa cuadrada.

—Se llama Soso —dice alguien detrás de mí—. Lo nombré yo mismo.

El chico está tirado sobre una roca en donde momentos antes no había nadie. Como si llevara allí un buen rato y se estuviera cansando de ello, baja de la roca y camina hacia mí. Sus tremendas ojeras me indican que no ha descansado durante mucho tiempo.

—¿Soso?

—Es la contracción de Sombra Sonriente.

Soso flota entre las rocas, da la impresión de que busca algo.

—¿Es tu sombra o algo así? —pregunto—. Ya que no proyectas sombra bajo tus pies.

—Oh... te has dado cuenta —habla con lentitud, como si le pesaran las palabras—. Sí, es mi sombra. Eres observadora. Te llamas Lyn. Yo soy Ojeras.

Se señala con un dedo, como lo hizo Soso; sus manos están llenas de tatuajes. Solo Vane me llama por ese apodo, debe haberlo escuchado de ella antes. Entonces, ha estado todo este tiempo aquí y ha escuchado nuestra breve conversación.

No dice nada más. Se queda mirando a la nada a mi lado. No parece preocupado por cumplir el horario de hoy.

—El Correccional parece antiguo —comento.

—En comparación con las otras escuelas, es reciente. No lleva ni veinte años en pie —bosteza.

—¿Llevas mucho tiempo aquí? —pregunto y niega la cabeza, produciendo un sonido tintineante. Sus orejas están decoradas con perforaciones metálicas—. ¿Ha salido alguien?

—Durante mi estancia, he visto salir a una chica. Llevaba menos tiempo que yo. Tiene suerte, ha salido de este infierno pronto.

—¿Tan horrible es El Correccional?

—¿Has conocido a Ana? No ha vuelto a moverse igual desde que se quedó sin alas. En este mundo aéreo eres un pez sin aletas si no tienes alas. El Correccional se encuentra encima de un pedazo de tierra flotante, como todo lo demás; no puedes huir si no puedes volar, no nos queda otra que arrastrarnos hasta la locura.

—Eso es... terrible. ¿El Correccional le cortó las alas? ¿Qué clase de atrocidad cometió para recibir un castigo así?

—Se cortó las alas ella misma, quiso renunciar a su posición como hada o algo así. El Correccional no hace esas cosas; es una escuela, después de todo.

—Entonces, ¿por qué me lo cuentas?

Ojeras se detiene un momento a pensar.

—Me apeteció.

Parpadeo un par de veces. Abro la boca para replicar, pero decido dejarlo estar.

—Imagino que la chica que logró salir sacó buenas puntuaciones —digo sentándome sobre una piedra. Parecían cómodas cuando Ojeras estaba sobre una de ellas, pero me equivoqué.

—No sé. Fue extraño, era una chica impulsiva y bipolar. A diferencia de otros alumnos que han llegado aquí, ella había matado antes. Se llamaba Darleen, si no recuerdo mal.

Darleen... ¿La misma Darleen que apareció en mi visión atravesando el vientre de mi abuela? Me quedo en silencio, procesando la información. Ahora que la recuerdo, ¿por qué estaba ella intentando darnos caza cuando el Consejo de Magos nunca ha llevado a cabo ningún plan de exterminio de ignis?

Generalmente, cuando obtienes más información, solucionas dudas; pero, en mi caso, solo generan más dudas. Es como una sed que aumenta cuanto más la sacias.

—¿Dónde está el encargado de la escuela, Ojeras? El director o algún profesor. Me gustaría preguntarle algunas cosas.

—No hay, el horario del suelo es quien nos manda las actividades. Supongo que hará gente encargada para gestionar el horario, pero ningún alumno sabe quién o quiénes está tras El Correccional.


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La chica del cabello de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora