39- El príncipe Marshall

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*Narra Evelyn*

El príncipe se da la vuelta y aparto la espada.

—Esa regla te lo acabas de inventar —ríe.

—Pues debería existir.

—Has luchado bien para ser la primera vez que tomas una espada de Marshall.

—Sé manejar mejor el arco. ¿Qué tiene de especial una espada de Marshall?

—Que las fabrico yo mismo, soy el príncipe Marshall. ¿De qué te ríes? Dime tu nombre.

—Soy Evelyn. ¿Cómo los fabricas?

—Con hielo. Mi magia es especialmente hábil con el hielo. ¿Y tu magia?

—Yo... no puedo decírtelo.

Marshall me mira con un nuevo brillo en los ojos.

—No te gusta mentir, ¿verdad? Haces bien, no tolero los engaños. Respetaré tu secreto... ¿No serás ignis?

—A eso no lo llamaría respetar mi secreto.

—¿Entonces he acertado? Eres demasiado obvia, Evelyn. Pero es extraño, dicen que los ignis mienten con facilidad. Deberías mentir la próxima vez; no a mí, por supuesto. Has tenido suerte de topar con alguien tan generoso como yo, los demás magos no te recibirán bien. Yo no discrimino a los ignis porque se llevan bien con los dragones. Se dice que son primos lejanos.

—¿Dragones? ¿Existen?

—¿Que si existen? —abre los ojos como platos y se echa sobre la nieve a reír—. ¿Cómo crees que luchan los Hermanos Témpano? ¿Vuelan sobre palomas? Oh, hablando de ellos... Yo soy el menor de los Hermanos Témpano —hace una pausa, esperando mi reacción—. Sorprendida, ¿eh?

—¿Quiénes son los Hermanos Témpano?

La sonrisa desaparece del rostro de Marshall. Se levanta de la nieve; sacude sus ropas y me mira con seriedad.

—¿En qué mundo vives? Somos hijos de la emperatriz Nieveterna. Los Hermanos Témpano son grandes guerreros. ¡Han salido victoriosos en cientos de miles de batallas! Bueno, yo no, ni mi otro hermano, pero pronto lo haremos. Y arrasaremos junto a los demás —dice soplando su espada, como si de una pistola se tratase y hubiera salido victorioso de una lucha a tiros—. Desconoces muchas cosas, ignis. Dime, ¿qué piensas hacer dirigiéndote a Haeky? ¿Te has cansado de vivir?

—Quiero hablar con el Consejo de Magos, ¿puedo ir contigo cuando venga tu guardián?

—Lo dudo, eres una ignis. Pero conozco otras maneras de llegar. Estoy perdiendo la paciencia con mis guardianes. Te explico. Como has comprobado, en el Imperio de Nieveterna hace mucho frío; hace tanto frío que congela el tiempo y trascurre lentamente. Mis poderes llegaron hace tiempo y hasta he tenido la oportunidad de crear armas de hielo y perfeccionarlas, pero mis guardianes siguen sin aparecer.

—¿Por qué no nos movemos lentamente, entonces? No lo entiendo.

—He dicho que el tiempo trascurre lento, tú no eres el tiempo. Imagínate al tiempo estirándose. Por poner un ejemplo drástico, un segundo que tardas en estornudar en tu mundo, aquí podría equivaler varias horas. Aunque si alguien pusiera una cámara aquí y otra en tu mundo, podrían pensar que nuestro tiempo pasa más rápido, ya que nos verían hacer cosas en cámara rápida. Sin embargo, no es así. Hacemos más cosas porque nuestro tiempo es más amplio, no porque nos movamos a más velocidad.

—Entonces es relativo, según desde qué perspectiva se vea.

—Me gusta pensar que el tiempo se congela y pasa más lento aquí, ya que parece tener más sentido. Nos hemos desviado del tema, ¿de qué hablábamos? Ah, sí, Haeky. Puedes venir conmigo; pediré permiso a madre para utilizar el portal familiar. Seremos compañeros de viaje, ¿qué te parece? Ah, se me están congelando los pies... Sígueme, te enseñaré mi almacén de armas antes de ponernos en marcha.


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La chica del cabello de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora