14- Colmillos

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*Narra Arturo*

Connor, Kaiser y Diego no tardan en llegar a la cabaña de Evelyn.

—¿Qué ocurre, Arturo? —pregunta Kaiser, sorprendido—. Hemos escuchado tu llamada.

—Es la primera vez que nos aúllas —dice Diego.

—Sea lo que sea, ¡estoy dentro! —Connor me da una palmada en el hombro.

Esbozo media sonrisa.

—Saldremos al mar. Voy adonde se encuentran mis padres y necesitaré vuestra ayuda. Especialmente la de Diego —lo miro y me enseña un pulgar.

—¿Tus padres? —exclama Connor—. Qué noticia.

—¿Dónde es?

—La Isla Vampírica.

—Sanguijuelas... He escuchado de ese lugar —Diego hace una mueca—. ¿Pero qué hacen tus padres ahí?

—Lo descubriremos cuando se lo preguntemos.

—Abuela, confío que el Consejo de los Magos no volverá a molestarnos —dice Evelyn—. Pero, por si acaso, ten cuidado. Yo iré con ellos.

Me giro hacia ella.

—Los vampiros no son gente fácil, correrás peligro —dice Kaiser, haciendo eco de mis pensamientos—. ¿Estás segura de que quieres venir?

—Debido a que es un lugar peligroso, he decidido ir con vosotros.

—Oh, ¿insinúas que nos protegerás?

—¿Por qué iba a hacerlo? Sois fuertes. Quiero ver vampiros; si voy con vosotros, no me hará falta luchar.

—Qué descaro... ¿Y por eso serás un estorbo?

—No soy un estorbo, soy la mejor herramienta de magia que tenéis. Porque soy la única maga que conocéis —sonríe alegre.

Connor suelta una carcajada y de la una palmada en la espalda a Kaiser.

Caminamos los cinco hacia la playa, atravesando el bosque. Evelyn señala algo y se adelanta. Se dirige hacia la oscura figura que se retuerce en el suelo bajo la luz del Sol. Entrecierro los ojos, ¿es esto una broma del destino?

—¡Espera, Evelyn! —la detiene Connor.

—Su suerte es inquietante —dice Kaiser—. ¿No quería ella ver vampiros?

—Es una vampiresa, Evelyn —le digo—. Ten cuidado.

Nos acercamos despacio. Al llegar junto a la vampiresa, los chicos y yo tapamos los rayos de sol pegando hombro contra hombro. La luz del sol puede llegar a reducir a cenizas un vampiro.

—Gracias... —dice la niña con voz temblorosa. Debe tener al rededor de diez años.

Es pequeña, tiene la piel pálida y los ojos de color rubí resplandecientes. El aspecto clásico de una vampiresa.

—¿Cómo te llamas? —pregunta Connor agachándose a su lado, tan amigable como siempre.

—Me llamo Lizz.

—Yo me llamo Connor —sonríe—. ¿Te has perdido?

—Levántate —dice Kaiser tirando del cuello de la camisa de Connor—. No te acerques tanto.

La chica arruga la nariz y nos mira.

—¿Sois hombres lobo? —mira a Evelyn—. Tú no hueles como ellos. Hueles a... Oh. Hueles... muy bien...

Inclino la cabeza, dejando que la luz golpee su frente.

—No la mires mucho —advierto y recibo una mueca como respuesta.

—¿Cómo has llegado aquí? —pregunta Connor.

—Me arrastró un fuerte viento estando en mi forma de murciélago. Necesito sombra, ¿puedo acompañaros? Vosotros hacéis sombras con vuestros cuerpos.

—¿No proyectas sombra? ¡Vaya! —se sorprende Evelyn—. ¿Por qué?

—Por la misma razón por la que tampoco me reflejo en espejos.

—Vamos hacia la Isla Vampírica, podrías ayudarnos —dice Kaiser.

La niña frunce los labios y mira a otra parte. Se lo está pensando.

—¿Cómo nos va a ayudar una cría? —pregunta Diego.

—¿Cría? Me llamo Lizz. ¡Y seguramente tenga más años que tú!


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La chica del cabello de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora