11- La visión

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*Narra Evelyn*

La tinta negra ha dejado algunos manchurrones. Se ha saltado todas las tildes de las palabras y la letra es casi indescifrable. Sin embargo, respeta mejor los signos de puntuación que yo.

Hola, Evelyn. Me he ido de viaje. No podre enseñarte mañana donde se encuentran los champiñones rojos como quedamos. Te contare con mas detalle cuando vuelva. Arturo.

¿Adónde habrá ido tan de repente? Guardo el papel y me tumbo en la cama, pensativa. Aprenderé algunos trucos de magia con los que sorprender a Arturo cuando vuelva.

Los días pasan y voy mejorando mi magia, ya que no podría ir a peor. He conseguido no quemar cosas. A pesar de la ayuda de La Sanadora, no consigo curar a ningún animal con mis poderes. Afortunadamente, tampoco los chamusco.

—Es un hechizo algo avanzado para una principiante —repite mi abuela—. Se necesita mucha concentración y energía.

—Al igual que todo... —murmuro pasándome las manos por la cara.

No he faltado a mis prácticas ni un solo día, salvo hoy, debido a la fuerte lluvia que cae fuera. La Sanadora ha preparado té de flores y me ha dejado una taza en el salón.

Antes de tocar la bebida, me detengo. Esta infusión de flores la he visto ya. Levanto la vista. Llueve tanto como como en aquella pesadilla.

Doy media vuelta y corro hacia la habitación de mi abuela, con el corazón a cien. Subo de tres en tres las escaleras y escucho el grito. Abro la puerta. Veo a mi abuela cayendo al suelo, ha recibido un flechazo en el vientre.

Corro hacia ella y me arrodillo junto a su cuerpo. Me coloco de manera que puedo mantener la ventana y la puerta vigilada, el responsable debe andar cerca. Mi prioridad es salvar a mi abuela.

Extraigo la flecha con un hechizo. Señalo la herida con mis manos temblorosas e intento hacer lo mismo que hizo ella con Arturo, concentrando mis energías en un punto. Me aferro a la idea de conseguirlo y la señalo una y otra vez, una y otra vez, sin resultados. Llorando y pidiendo disculpas, abrazo a mi abuela. Ella es lo más valioso que conozco en el mundo, ¿cómo podría seguir adelante sin La Sanadora?

—Estoy muy orgullosa de ti —dice con voz débil—. Ya ha cicatrizado.

Confusa, me despego de ella con los mocos colgando. Lo he conseguido a tiempo. La vuelvo a abrazar con la cabeza dándome vueltas. Puedo ver la diferencia de experiencia y poder, si mi abrazo es lo que equivale un dedo de La Sanadora.

—Te sumirás en un sueño reparador —le digo.

No me queda apenas fuerzas. Ayudo a mi abuela a tumbarse en la cama y me asomo por la ventana. Ha dejado de llover y alguien me recibe apuntándome con una flecha. Por su postura y el viento, puedo predecir adónde irá la flecha, independientemente de adónde apunte.

Furiosa, no muevo ni un solo músculo cuando dispara hacia mi garganta. La flecha se desvía de manera brusca y antinatural a poca distancia de mí. Es la primera vez que muevo algo que viaja a tal velocidad con mis poderes. ¿Qué se sentirá fallar apuntando un pájaro inmóvil? Arranco su flecha del marco de mi ventana y la parto de un rodillazo.

Mi mente lucha por mantenerse despierta, pero mis párpados luchan por cerrarse. Tambaleo hacia atrás y caigo al suelo. El sueño curativo ha requerido toda mi energía, la rabia no me mantendrá en pie para siempre.



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La chica del cabello de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora