Prólogo

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Alicia

El comienzo de algo nuevo es siempre difícil, no puedes permitirte mirar atrás ni una vez por miedo a poder caer en ese agujero lleno de recuerdos y del cual ya no puedas encontrar la salida. El rencor, el miedo siempre intentan atraerte a esa antigua persona, haciéndote creer que aquello puede cambiar, que puede ser diferente esta vez, pero aunque quisiera creérmelo, sabía que no era real. No importa cuánto huya, mi piel y alma están marcadas para siempre, el daño ocasionado no se olvida jamás, ni siquiera mostrando una pizca de remordimiento.

—Alicia, cariño despierta — La voz calmada de mi madre se escucha a través de las paredes.

Me revuelvo en la cama dejando escapar un suspiro leve.

—Ya es casi medio día ¿no tienes cosas importantes que hacer? — Esta vez la voz insistente de mi madre me obliga a abrir los ojos. .

Repaso mi habitación lentamente deseando permanecer inmóvil hasta que mi madre decida rendirse e irse, pero aquello no era una opción. No es algo común que mi madre se tome el tiempo de venir a despertarme un sábado por la mañana pero dadas las circunstancias, hoy puede ser la excepción, de todas formas era el último día que pasaba en Portland antes de irme a Seattle.

—Ya, no hay prisa — Comento en voz alta para que mi madre me escuche.

Reúno todas mis fuerzas para ponerme en pie y me dispongo a abrir la puerta.

—Buenos días — Digo masajeando mi ojo derecho, soñolienta.

—Es bastante tarde —Me reprocha alzando las cejas viendo mi rostro con cierta preocupación.

Las facciones de mi madre disminuyen en cuanto le ofrezco una débil sonrisa. Llevaba, como todas las mañanas del sábado, una cutre camiseta roja y unos vaqueros holgados que utilizaba para ir al pequeño invernadero de nuestro patio trasero.

—Lo siento, ayer no dormí lo suficiente —Me excuso débilmente.

La noche anterior, apenas me las apañé para reunir las cosas que debía llevar a Seattle, nada de lo que había estado planeando los últimos años había resultado y la única salida que tenía era Seattle, después de todo, no podía permanecer nunca más aquí.

Mi madre chasquea la lengua en signo de desaprobación.

—Asegúrate de tomar una ducha y luego baja a desayunar, estaremos esperando.

Ella se aleja de mi habitación impidiendo que pudiera contestarle.

Cierro la puerta y luego me dirijo a mi armario, saco un par de vaqueros y una camiseta sin mangas y rápidamente me dirijo al cuarto de baño. Abro el grifo y el agua caliente cae sobre mi piel desnuda provocando que la tensión de la noche anterior desaparezca por completo. Ya lista, bajo al pequeño comedor de nuestra casa donde se encontraban mis padres y mi hermano desayunando.

—Papá— Saludo con una sonrisa débil a mi padre quien deja de ver unos papeles para verme, me sonríe a modo de respuesta. Me siento en la silla que estaba ubicada justo al lado de mi hermano y pronuncio a modo de saludo: — Buenos días, Aarón.

A pesar de que éramos mellizos, somos muy diferentes en todos los aspectos, especialmente en el físico. Aarón era varios centímetros más alto y corpulento que yo, además de que llevaba casi la mitad de su piel cubierta de tatuajes, cada uno con algún significado especial. Su aspecto, como era de esperarse, aterraba a la gente y era objeto de miradas al lugar que fuera, pero a él no parecía importarle, estaba acostumbrado a ese tipo de atención desde antes de que estuviera cubierto de tatuajes. Era seguro de sí mismo y eso envidiaba en secreto de él.

Jackson Foster Es Un Mentiroso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora